Hazrat Inayat: Mysticismo pt I
Con este artículo comenzamos una serie sobre el tema del misticismo, extraída de textos destinados a Investigadores que deseen saber más sobre el sufismo y el movimiento sufí. Aunque el “misticismo” es popularmente mal entendido, es inseparable del mensaje sufí. Uno de los objetivos declarados del Movimiento Sufi es: descubrir la luz y el poder latentes en la humanidad, el secreto de todas las religiones, el poder del misticismo y la esencia de la filosofía, sin interferir con costumbres o creencias.
Hay un solo Dios y una Verdad, una religión y un misticismo, llámalo sufismo o cristianismo, o hinduismo, o budismo, o como puedas. Como Dios no puede ser dividido, el misticismo no puede ser dividido.
Es un error cuando una persona dice: “Mi religión es diferente a la tuya”. Él no sabe que significa religión, porque no puede haber muchos misticismos, así como no puede haber muchas sabidurías; solo hay una Sabiduría. Es un error de la humanidad decir que esto es oriental y esto es occidental, lo que demuestra solo falta de sabiduría.
Es la verdad divina la que el hombre tiene, no importa a qué parte del mundo pertenece. También es un error cuando el hombre distingue entre ocultismo y misticismo. Es un error decir que este es mi ojo y ese es tuyo. Los dos ojos pertenecen a un alma. Cuando una persona imagina el misticismo como una rama de un árbol que es el árbol de la Verdad, y él dice que el misticismo es una rama, está equivocado, porque el misticismo es el tallo que une todas las ramas.
Y ahora llegando a la pregunta, qué es realmente el misticismo. El misticismo es el camino por el cual realizar la Verdad. Jesucristo ha dicho: “Yo soy la Verdad y yo soy el Camino” porque solo hay un camino. Hay otra manera, que es la manera equivocada. Hay muchas religiones, pero no muchas sabidurías; muchas casas del Señor para adoración, pero un solo Dios; muchas escrituras, pero una verdad. Así que hay muchos métodos, pero una manera. Y no es la manera correcta o la manera incorrecta.
Los métodos para obtener esa forma de realización son muchos, pero hay principalmente cuatro: por el corazón, por la mente, por la acción y por el reposo. Una persona debe elegir entre estos cuatro diferentes métodos de desarrollarse y prepararse para viajar en el camino, la única manera, que se llama misticismo. Ninguna religión puede llamarla propia, pero es el camino para todas las religiones. Ninguna iglesia puede decir que le pertenece, porque pertenece a todas las iglesias. Ninguna persona puede decir: “Este es el camino” de lo que ha elegido. Todos los demás están llegando de la misma manera.
A menudo, la gente ha imaginado que un místico significa un asceta, que un místico es alguien que sueña, una persona que vive en el aire, alguien que no vive aquí en la tierra, una persona que no es práctica, una persona que es un asceta debe ser un ermitaño. Porque este no es el caso en realidad. Y muy a menudo la gente quiere ver al místico como un tipo peculiar de hombre, y si hay alguien peculiar, dicen que es él. Esta es una concepción errónea, una exageración, unilateral. Un místico real debe mostrar equilibrio, balance. Tendrá su cabeza en los cielos y sus pies en la tierra. El verdadero místico está tan despierto en este mundo como en el otro. Un místico no es alguien que no posee intelecto. No es alguien que sueña. Él está bien despierto; sin embargo, un místico es alguien capaz de soñar cuando otros no lo hacen y es capaz de mantenerse despierto cuando el resto no puede mantenerse despierto. Un místico logra el equilibrio entre dos cosas, poder y belleza. Él no sacrifica el poder por la belleza, ni la belleza por el poder. Posee poder y disfruta de la belleza.
En cuanto a las restricciones en la vida del místico, no hay restricción; hay equilibrio, razón, amor, armonía. La religión del místico es cada religión, todas las religiones, y sin embargo, él está por encima de lo que la gente llama su religión. En realidad, él es religión, porque no es una religión, son todas las religiones. La moral de todas las religiones es la reciprocidad. Corresponder a toda la bondad que recibimos de los demás, realizar un acto de bondad hacia los demás sin tener la intención de ser apreciados o de que nos sea devuelto, y hacer todo sacrificio, por grande que sea, por amor, armonía y belleza.
El Dios del místico ha de encontrarse en su propio corazón, la verdad del místico está más allá de las palabras. La gente discute y debate sobre cosas de poca importancia, pero el misticismo no debe ser discutido. La gente quiere hablar para saber, y luego se olvidan de todo. Muy a menudo no es el que sabe quien habla mucho, sino el que quiere saber. El que sabe, pero no discute, es el místico. Él sabe dentro de su propio corazón qué es la felicidad. Además, ponerlo en palabras es poner el océano en una gota de agua.
Sin embargo, hay un vino que bebe el místico y ese vino es éxtasis; un vino tan poderoso que la presencia del místico se ha convertido en vino para todos los que acuden ante su presencia. Este vino es el vino del sacramento real, cuyo símbolo está en la iglesia. Uno podría preguntarse: “¿De qué se trata, de dónde viene, de qué está hecho?” Puedes llamarlo poder, una vida, una fuerza que viene a través del místico, a través de las esferas a las que está unido cada ser humano. El místico por su apego a estas esferas bebe el vino que es el sustento del alma humana. Ese vino es éxtasis, la embriaguez del místico. Esa embriaguez es el amor que se manifiesta en el corazón humano. Una vez que el místico bebe ese vino, ¿qué importa si está sentado en las rocas, en el desierto o en un palacio? Todo es lo mismo. Ni el palacio le priva de los placeres del místico, ni la roca se los quita. Ha encontrado el reino de Dios en la tierra, sobre el cual Jesucristo ha dicho: “Buscad primero el reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”.
Las personas luchan por muchas cosas en este mundo y, por último, buscan el camino espiritual. Y otros dicen: “Hay una larga vida por delante y cuando llegue el momento en que debo despertar, me despertaré”. Pero el místico dice: “Es la única cosa a la que debo atender, todas las demás cosas vienen después de eso ”. Es de la mayor importancia en su vida. ¿Debería él, al trabajar por la realización de Dios, descuidar sus deberes en el mundo? No es necesario. No hay nada a lo que un místico deba renunciar para tener el entendimiento de la vida. Solo da la mayor importancia a lo que es de mayor importancia para su vida. Porque cada hombre le da la menor importancia. El místico le da la primera importancia.
Uno puede preguntar: “¿Es la vida de un místico meditativa?” Sí, pero la meditación para un místico es como la cuerda de un reloj. Se enrolla por un momento, y durante todo el día sigue solo. No significa que deba pensarla todo el día. Él no se preocupa por eso. Un Sha de Persia solía sentarse toda la noche para sus vigilias nocturnas y oraciones. Y un visitante que venía a visitarlo se preguntaba por su meditación, ¡y eso después de todo el trabajo del día! “Es demasiado”, dijo. “No necesitas meditación”. “No digas eso”, fue la respuesta del Sha. “Tú no sabes. Porque en la noche persigo a Dios, y durante el día Dios me sigue”.
Sus momentos de meditación ponen todo el mecanismo en orden, como una corriente que corre en el océano. No le quitan en lo más mínimo al místico su deber, solo bendicen cada palabra que habla con el pensamiento de Dios. En todo lo que piensa o hace hay un perfume de Dios, que se convierte en una curación, una bendición. Y ahora surge una pregunta: “Un místico que se vuelve amable y servicial, ¿cómo se mueve en medio de la multitud en la vida cotidiana? Las ásperas aristas de la vida cotidiana que frotan contra él deben necesariamente hacerle sentir un dolor de corazón”. Ciertamente lo hacen. El corazón del místico está más adolorido que el de cualquier otra persona. Y donde solo hay bondad, solo paciencia, entonces esto quita todas las espinas. Es como el diamante que se está cortando. Así es como el corazón que se corta se vuelve brillante. El corazón, al estar suficientemente cortado, se convierte en una llama que ilumina la vida del místico y también la de los demás.
Continuará…
Traducido por Arifa Margarita Jáuregui y Juan Amin Betancur