Hazrat Inayat: La religión de la naturaleza pt III
Hemos estado publicando una enseñanza más larga de Hazrat Inayat Khan acerca de la esencia de la religión, inició aquí y continuó acá. Esta es la tercera de cuatro entregas.
Habiendo comprendido la idea de Dios, viene la pregunta del modo de adorarlo. La religión ofrece muchas formas de adoración; pero variadas religiones ofrecen muchos modos de adorar que se han vuelto ley de cada religión, y ¿cómo puede esa ley ser obedecida por el mundo entero? Preguntemos a los ministros de cualquier religión, del Islam, del Cristianismo, del Budismo, del Hinduismo, si es que su propia ley puede convertirse en la ley de la religión del mundo entero. Aunque cada uno de ellos diga sí, sin embargo, con seguridad, no se supone que sea así. No todos los hombres son iguales; las tendencias de cada persona difieren; sus hábitos no son los mismos. Por ejemplo, la ley del Hindú es ir al Ganges en la mañana y bañarse ahí. ¿Cómo se haría eso en Londres?, ¿Cómo podría uno bañarse en el Támesis en diciembre antes de ofrecer sus oraciones? Todos estarán de acuerdo en que no se podría hacer algo así. Así mismo, un musulmán obedece la ley dejando sus zapatos fuera de la mezquita, y luego va y se lava pies y manos, y hace sus abluciones en agua que corre; luego se para en el piso de mármol de la mezquita y ofrece sus oraciones. Si ese mismo modo de adoración fuese la ley en Rusia, en donde hay mucho frío y nieve bajo los pies, postrarse en el mármol significaría morir congelado en un día; y entonces uno no viviría para tomar de nuevo el nombre de ninguna religión.
No importa en qué manera una persona ofrece su respeto
y sus reverencias a la deidad que adora.
Únicamente importa cuán sincera es en sus ofrendas
De esta manera vemos que una fe y religión y ley no puede promoverse y ser propugnada en la misma forma en todas las diferentes tierras y lugares. Las diferentes fes inevitablemente serán desconocidas y olvidadas gradualmente, y aquellos que desean promover sus costumbres dejarían incluso de imaginarse algo así, si pudiesen darse cuenta de que cada persona tiene diferente temperamento, que cada forma de religión es una forma de adorar al mismo Dios. La naturaleza enseña a cada alma a adorar a Dios de una forma u otra, y a menudo provee aquello que es adecuado para cada uno. Aquellos que quieren una ley que gobierne a todos han perdido de vista el espíritu de su propia religión. Y es en las personas que aún no han aprendido su propia religión que se encuentran estas ideas generalmente. Si tan solo supieran su propia religión, cuan tolerantes se volverían, y ¡cuán libres de rencor hacia la religión de otros!
Así también es la manera de adorar. No importa en qué manera la persona ofrece sus respetos y sus reverencias a la deidad que adora. Únicamente importa cuán sincera es en su ofrenda. En una casa de Dios encontramos que las personas no usan sombreros; en Hindostán, Persia y en Arabia se ponen turbantes para ir a la mezquita. Esa es su costumbre. No hace ninguna diferencia si una persona dice sus oraciones parada, otra sentada, otra postrándose, otra acompañada de más personas, y otra sola. Todo lo que importa es que el corazón de quien adora sea puro, que la mente esté conectada con Dios, que haya sinceridad y seriedad.
Hay una historia sobre el hijo de un granjero, que cuidaba el ganado de su padre en la selva, y que había escuchado de un maestro de religión en su aldea. Este maestro enseñaba acerca de Dios y de glorificar el nombre de Dios. El joven muchacho se impresionó de tal forma que cuando fue a la selva la próxima vez experimentó la tendencia innata de adorar a alguien, así que en la selva empezó a decir: “Oh Dios, he escuchado tanto acerca de ti; Tu eres tan bueno y amable que siento que si estuvieses junto a mi cuidaría tanto de ti, más que de todas mis ovejas, más que todas mis gallinas. En la lluvia te tendría bajo mi techo de hojas, en el frio, tu cabeza en mi regazo, y te abanicaría con mi sombrero, y siempre te cuidaría y protegería de los lobos. Te daría pan de maná, y suero para beber; y para entretenerte cantaría y danzaría y tocaría mi flauta. Oh Dios, ven y mira cómo te atendería.” Entonces Moisés, el mensajero de Dios, vino y escuchó todo lo que dijo el muchacho y le contestó, “Oh muchacho, ¡que tonta es la conversación! Dios, el desconocido e invisible, que está en los cielos, aquel delante de quien no existe poder, ni fuerza que se resista, Él es omnipotente; todo el poder es suyo, Él está más allá de forma y nombre y color; Él está más allá de la percepción y comprensión del hombre”.
El muchacho quedó muy desanimado y temeroso de lo que había hecho. Pero el siguiente mensaje de Dios a Moisés fue: “Estamos muy inconformes contigo por que hayas alejado a un devoto que no nos conocía. Si no nos conocía como tú, al menos nos conocía hasta donde su mente podía comprender. Todos nuestros devotos nos figuran en formas diferentes y de acuerdo con diferentes cualidades de amor, y recibimos su amor a través de cualquier forma o garbo que se dirija a nosotros. Todas son nuestras criaturas y las recibimos incluso si adoran al sol. Te hemos enviado para unir a nuestros hijos con nosotros y no a separarlos de nosotros”.
¡Dudaríamos de transmitir nuestra sabiduría si tan solo nos diésemos cuenta de que el primer paso para acercarnos a Dios es la sinceridad y la seriedad de nuestro amor por él! Nunca deberíamos llamar a nadie pagano o infiel. Jamás deberíamos considerar a nadie ni a su mundo como faltos de valor. No sabemos en qué forma una persona está adorando a Dios. No sabemos la seriedad que hay en el corazón de un hombre; y sin embargo, eso es lo que verdaderamente importa.
No solo es quien ha aprendido, o el así llamado “educado” y las personas iluminadas, quienes perciben el significado de la ley de lo correcto y lo incorrecto. Incluso entre salvajes hay algún sentido de ello, porque es un instinto; es la ley por la cual los salvajes viven. Podemos pensar que mucha gente está haciendo lo incorrecto, pero no sabemos lo que es incorrecto para ellos y lo que no lo es; no sabemos lo que es correcto para ellos y lo que no lo es. Nosotros mismo podemos estar haciendo muchas cosas que pensamos que están correctas, pero que en realidad están incorrectas para otros; y otros hacen cosas que nos parecen incorrectas y, sin embargo, están actuando correctamente de acuerdo con lo que creen. Es solo cuestión de mirarlo desde el punto de vista de la otra persona.
¡Cuán pocos hay en este mundo que se detienen a pensar si las acciones de otro son correctas para él! Estamos tan listos para acusar al otro, y estamos tan listos para ocultar nuestras propias faltas. Si tomamos lo correcto e incorrecto desde su punto de vista, encontraremos que el significado de lo correcto e incorrecto cambia. Es incorrecto que un niño salga sin preguntar a sus padres, porque podría, por ejemplo, encontrarse con un automóvil del cual no puede protegerse. ¿Pero sería incorrecta la misma cosa para un adulto? Es únicamente durante la infancia que este acto es incorrecto, más tarde es correcto.
Continuará…
Traducción Baasit Patricio Carrillo