Hazrat Inayat : Nuestra relación con Dios pt IV
Con esta entrega concluimos la serie de publicaciones sobre nuestra relación con Dios. En la primera publicación, Hazrat Inayat Khan nombró cinco aspectos de nuestra relación con Dios, y su explicación del primero y segundo aspecto, “idealizar” y “reconocer”, llenaron las tres primeras publicaciones de la serie. Aquí se ocupa de los otros tres aspectos, “comunicar”, “realizar” y “perfección”, y como representan estados progresivamente más elevados, cada vez hay menos por decir. Como vemos a continuación, cuando llega a la “perfección”, se contenta con bendecir a sus oyentes y a terminar la conferencia.
Cuando una persona ordinaria, o una persona analfabeta, conoce a un poeta, tal vez un gran poeta, ve la parte del hombre y no la parte del poeta. Pero si se le dice que la persona es un poeta, puede ver la parte de poeta cuando se encuentra con él. Ahora ve al poeta en sus acciones, en sus palabras, ¡en todo lo que le rodea ve al poeta! Pero una persona normal no vería al poeta. Por otro lado, un gran poeta puede ir entre una multitud, y la gente sólo ve al hombre en él, no ven al poeta en él; no saben cuán profundos son sus pensamientos.
Así, una vez que empiezas a reconocer a Dios en el hombre, ya no ves al hombre, sino a Dios. El hombre es la superficie, mientras que Dios está en lo profundo de él. Tal reconocimiento te pone en contacto con el ser más íntimo de cada persona, y sabes más de ellos que ellos mismos. Conoces su dolor, sus alegrías, sus secretos. Una persona así se llama “vidente”. El vidente ve a Dios con sus propios ojos, y también reconoce a su Amado divino en toda forma, en todo nombre. Llega a Él y toca la parte de Dios en cada ser, por muy limitado que parezca ese individuo en la superficie. A partir de este momento, surge una suavidad en su naturaleza, un magnetismo, un encanto, una belleza en él que raramente se encuentra. Las personas que han llegado a esta etapa son capaces de conocer a personas con mentes despiertas, y al conocerlas, desean estar con ellas para siempre. Un vidente muy conocido fue a ver a Jelaluddin Rumi cuando era juez principal, un kazi, en la ciudad de Konya. Era Shams-i-Tabriz. Se presentó ante el juez con la apariencia de un salvaje. Lo primero que hizo al presentarse ante él fue arrojar sus manuscritos al estanque.
Rumi lo miró, preguntándose por su acción y por qué debía desechar todo ese conocimiento, y le preguntó la razón de su acción. El aparente vagabundo dijo: “Porque has estado leyendo toda tu vida, y ahora deberías hacer algo más. Deberías entender qué eres y dónde estás. Todo lo que tienes delante está hecho de letras. Si pudieras leerlas, entonces podrías leer la vida, y sería más grande que cualquier escritura, mejor que cualquier tradición que puedas escuchar. Revelaría el secreto de todo el ser”. Rumi, después de haber visto a esta persona y su expresión, y haber escuchado todo lo que dijo, quedó tan conquistado por él que escribió en su diario: “El Dios al que he estado adorando toda mi vida se me ha aparecido hoy en forma de hombre”.
Se dice: “Por la visión de Dios, su yo se convierte en Dios”, y de nuevo: “Su yo se convertirá en Dios”. Eso sucede cuando llegamos a ver a Dios en todos. Desarrollamos la bondad en nuestras acciones. Nuestras palabras se convierten en palabras de Dios, porque nos impresionamos con todo lo que nos rodea, con el espejo que nos rodea. Refleja sólo la bondad. Entonces nos convertimos en un museo o imagen de la bondad. Lo reflejamos todo de la mañana a la noche. Reflejamos el perdón; reflejamos la tolerancia; reflejamos todas estas hermosas cualidades, porque: “Si mi Amado está en toda clase de hombres, qué atento debo ser con todos”. El amante es siempre muy cuidadoso cuando está con su Amado. Se vuelve reflexivo y tierno. Ahora sólo quedan dos pasos más:
Es después de sentir la presencia de Dios y después de estar en comunicación con Él que llegamos a realizarlo. Cuando puedes tocar a Dios en todos, entonces Dios te habla de Él, porque ve que no tienes odio, ni prejuicios. Has visto a tu Amado, y tu Amado te lo cuenta todo. La realización sigue siendo difícil, porque implica discernir la diferencia entre tú y yo. ¿Cuál es la diferencia? Es una gran pregunta o problema. Tu “yo” y “tú” es como un par de compases con los que dibujamos círculos en un papel de dibujo. Una punta del compás es el “yo”, la otra punta es el “tú”, y donde se une [el compás] no hay “yo-tú”. El “yo” y el “tú” sólo permanecen mientras nos vemos a nosotros mismos. Pero cuando nos elevamos por encima de ellos o más allá, el pensamiento nos acerca cada vez más a Dios en esa conciencia en la que todos nos unimos. Somos como las dos puntas de la brújula. Donde se encuentran, no hay “yo” ni “tú”. La autorrealización está donde la palabra es silenciosa. El sabio no puede decir más que esto porque el tema es muy vasto. Cuando llegamos a esta concepción, encontramos que es demasiado sutil, demasiado vasta para expresarla.
La perfección y la aniquilación es esa etapa en la que ya no hay “yo” ni “tú”, donde hay lo que hay, y así… Dios te bendiga.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui