Hazrat Inayat: en busca de belleza.
Hay dos temperamentos diferentes que vemos generalmente en el mundo. Uno dice, ‘No voy a escuchar música el domingo, es un día religioso. El gusto por los colores es emocional. No mires las imágenes, excita”. Para disfrutar de cualquier perfume, para apreciar la fragancia, él piensa que es sensual. Y luego hay otro temperamento que siente las vibraciones de los colores, que disfruta de una comida deliciosa, que admira la línea recta y la curva, que es tocado y movido por la música, que se siente exaltado por la belleza de la naturaleza. ¿Y qué diferencia encontramos en estos dos temperamentos? La diferencia es que uno está vivo y el otro carece de vida. Uno está vivo porque responde a todos los aspectos de la belleza, ya sea que la belleza atraiga sus ojos u oídos, o su sentido del gusto o del tacto. El otro es incapaz de disfrutarla.
Si nos negamos a nosotros mismos la belleza divina que nos rodea,
entonces la belleza que está dentro no se revelará.
El hombre en su interior busca la felicidad, la belleza y la armonía. Y, sin embargo, al no responder a la belleza y la armonía que tiene ante sí, desperdicia su vida, que es una oportunidad para que él experimente y disfrute. ¿Qué clase de negación de sí mismo puede ser negar la belleza divina que tenemos ante nosotros? Si nos negamos a nosotros mismos la belleza divina que nos rodea, entonces la belleza que está dentro no se revelará. Porque la condición del alma es que nace con los ojos abiertos hacia afuera; no ve la vida dentro. La única manera de despertar a la vida interior, que es la más hermosa, es primero responder a la belleza exterior. Este mundo con toda su belleza ilimitada, la naturaleza con su sublimidad, personalidades con inmanencia divina, si ignoramos todo esto, ¿entonces por qué hemos venido? ¿Qué hemos logrado aquí? Quien lo ignora le da la espalda a algo que busca continuamente. Es su propio enemigo. De esta manera no puede ser espiritual, no puede ser religioso. No puede exaltarse al negarse a sí mismo todo lo que es bello a su alrededor. Porque si la belleza interior fuera el único propósito de la vida, Dios no habría creado al ser humano ni lo habría enviado a la tierra.
Además de esto, es la visión de la belleza en la tierra lo que despierta la visión de la belleza que está en el espíritu. Algunos dicen que es sensualidad, y que nos priva de la iluminación espiritual. Lo sería, si una persona estuviera totalmente absorta en la belleza terrenal y viviera solo en ella, y si no pensara que hay algo más, porque la belleza que está afuera sin duda tiene un carácter transitorio; pasa y por lo tanto no es confiable. Para el que depende de esta belleza y queda absorto en ella, y al hacerlo le ha dado la espalda a esa belleza que es eterna, para esa persona, esto es ciertamente equivocado. Pero, al mismo tiempo, ningún alma ha llegado a contemplar la visión de la belleza espiritual que se encuentra dentro, sin despertar a la belleza que es externa.
Uno podría pensar que un niño que muere muy joven no puede llegar a esa espiritualidad a través de la belleza de la vida. Diré que el niño es a veces más sensible a la belleza que una persona adulta, porque una persona adulta ha desarrollado en sí misma una actitud pesimista, un prejuicio, y por ese prejuicio, es incapaz de ver esa belleza que un niño pequeño puede ver y apreciar. Por ejemplo, cuando miramos a una persona, hacemos una barrera con nuestra idea preconcebida antes de mirarla. Un niño, un ángel en la tierra, la mira como miraría a su mejor amigo. No tiene enemistad, ninguna idea preconcebida sobre alguien, y por lo tanto, el niño está abierto a la belleza. Un niño no sabe que el fuego arde; el niño solo sabe que el fuego es hermoso. Y, por lo tanto, el niño es tan bendito que en cada momento de su vida vive en una visión completa de la belleza, y mientras dure ese estado, un alma está en el Jardín del Edén. Se exilia desde el día en que el alma ha tocado la naturaleza humana terrenal. Alguien puede decir: “Si dentro del alma no existiera la capacidad de apreciar la belleza, ¿cómo sería ella capaz de percibir primero la belleza externa?” El alma tiene, nacido en sí misma, un anhelo natural por la belleza. Es una falta en la persona si no la busca correctamente. ¿Hay alguna persona que no sea amante de la belleza, que no sea capaz de apreciarla? Se niega a sí misma esa belleza que podría haber admirado libremente.
Uno puede preguntar: “¿Es la cualidad de apreciar la belleza más espiritual que el ansia de conocimiento?” Diría, en respuesta, ¿de dónde viene el conocimiento? El conocimiento viene por observación. La observación viene por amor a la belleza. Lo primero es que la flor llama la atención, y luego uno comienza a encontrar de dónde proviene la flor. ¿Cuál es su naturaleza y carácter, qué beneficio tiene, cómo cultivar esta planta? Lo primero es que uno se siente atraído por su belleza. Lo siguiente es que uno quiere encontrar su naturaleza. De esto viene todo el conocimiento.
Existe una especie de aprendizaje artificial, no de aprendizaje natural, que podría llamarse ahorro de tiempo. Alguien dice: “Ahora las personas han aprendido en sus vidas y han descubierto cosas para nosotros y las han escrito en libros. Debo aprenderlo leyendo el libro”. Pero no sabe que no ha aprendido lo que ha aprendido la persona que ha escrito el libro. Por ejemplo, alguien que ha leído los libros de Luther Burbank *, si ha leído cincuenta libros sobre horticultura, no ha aprendido lo que Luther Burbank ha aprendido. Porque hizo experimentos por sí mismo; él estaba en el jardín, su alegría era tal que no la podía explicar. Sin duda, otra persona se beneficiará de lo que ha dado, pero esa persona no podrá disfrutar de lo que ha disfrutado, a menos que siga el mismo proceso.
En mi explicación, espiritual significa viviente. Una persona espiritual, que se despierta a la belleza de la poesía, que se apresura a admirar la sutileza de la poesía, que aprecia la belleza de la melodía, de la armonía, que puede disfrutar del arte y ser exaltado por la belleza de la naturaleza, que vive como un ser vivo, no como un muerto, esa persona es la que puede ser llamada espiritual. Y siempre encontrarás la tendencia de las personalidades espirituales a interesarse por cada persona en sus vidas. Esa es la señal de que están vivas. Una persona que está encerrada en sí misma, se cierra a sí misma. Ha construido cuatro paredes a su alrededor. Esa puede ser su tumba, está enterrada en ella. La persona que está viviendo naturalmente lo ve todo. Y, como ve todo, simpatiza con todos, responde a todos, aprecia todo en todos. Y de esta manera despierta en sí misma la visión sublime de la inmanencia de Dios.
*Luther Burbank (1849 – 1926), fue botánico y horticulturista. Aunque se le criticó por no ser ‘científico’ en sus métodos, él sentía un profundo aprecio por plantar todo lo que crece, y durante su vida desarrolló más de 800 variedades de plantas, muchas de las cuales se cultivan todavía. Era una persona amable, modesta y generosa por naturaleza. Hazrat Inayat Khan conoció a Luther Burbank cuando visitó California, y es evidente que el Maestro lo apreciaba mucho.
Traducido por Juan Amin Betancur