Hazrat Inayat : Vida Silenciosa parte IV
Con esta breve y muy inspiradora publicación concluimos la serie de enseñanzas de Hazrat Inayat Khan sobre el tema de la vida silenciosa. La publicación anterior de la serie se puede encontrar aquí.
El Sufi considera la vida como una sola vida, a todas las religiones como su religión: llámalo Cristiano y eso es, llámalo Musulmán o Hindú y eso es; llámalo como quieras, a él no le importa. Un Sufi no piensa en cómo lo llama la gente. ¿Quién lo llama Sufi? No es él. Pero si no se llama a sí mismo de alguna manera, seguro que alguien más le encontrará un nombre. Los gatos y los perros no declaran sus nombres; es el hombre quien les da un nombre. Si te llamas a ti mismo “Nuevo Pensamiento”, este algún día se convertirá en el nombre de una nueva secta; si te llamas “Pensamiento Elevado”, ese algún día será una secta; llámate como quieras, filosofía, teosofía, religión, misticismo, es sólo una cosa, no es más que el constante anhelo del alma del ser humano. Después de experimentar todos los diferentes aspectos de la vida de actividad, el anhelo de alcanzar ese estado de paz o de calma parece ser al final el único objetivo que el alma desea lograr.
Una persona puede seguir pensando que tal vez será feliz cuando sea rey, o rico, o un oficial; entonces obtendrá su deseo, y mientras no lo tenga, la dulzura del pensamiento reside sólo en la esperanza. Mientras haya esperanza, hay dulzura. Después de cumplir el deseo, la esperanza se va; entonces espera algo más. Es la esperanza lo que es dulce, no el objeto. El objeto nunca es dulce; es la dulzura de la esperanza lo que hace que el objeto parezca dulce. “¡Si pudiera alcanzar esa altura!” dice un hombre. Mientras no haya alcanzado esa altura, el sueño de alcanzar la altura, de experimentar algún día esa posición, experiencia, o imaginación, el sueño de ser confortado por ella, seguirá teniendo la dulzura de la esperanza. Pero cuando haya llegado, la dulzura se termina. Entonces comienza una nueva esperanza, siempre esperando, esperando. Y siempre detrás de todo esto está esa inclinación, común a todos, la inclinación de la que no conoce la naturaleza.
Ninguna persona viviría si no tuviera la esperanza de algo que está esperando. La esperanza es el único alimento de la vida. Entonces la razón dice, “Si, estoy esperando mi cambio de este lugar al siguiente; para recibir mi herencia algún día; entonces estaré bien. Estaré bien cuando consiga esa posición, esa casa, ese confort”. El hombre siempre tiene algo ante sí, imaginando, construyendo, preparando y manteniéndolo en la mente todo el tiempo, y sin embargo cuando lo consigue, siempre hay otra esperanza.
Sólo aquellos que son bendecidos al percibir el origen y la fuente de todas las cosas, los que despiertan al hecho de que la verdadera inclinación de toda vida es alcanzar algo que no puede ser tocado, o comprendido o entendido. La bendición oculta de este conocimiento es el primer paso hacia la perfección. Una vez despierto a este hecho, el hombre ve que hay algo en la vida que le hará realmente feliz y le dará el deseo de su corazón. Puede decir: “Aunque hay muchas cosas en la vida que necesito por el momento y para las que ciertamente trabajaré, sin embargo sólo hay esa única cosa, alrededor de la cual se centra la vida, que me satisfacerá: el logro espiritual, el logro religioso, o, como podríamos incluso llamarlo, el logro de Dios”. Tal persona ha encontrado la clave de toda felicidad, y ha descubierto que todas las cosas que necesita llegarán porque tiene la clave de todo. “Buscad y encontraréis: llamad, y se os abrirá. Buscad primero el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”. Este reino de Dios es la vida silenciosa: la vida inseparable, eterna, autosuficiente, y todopoderosa. Esta es la vida del sabio, cualquiera que sea el nombre que se le dé; esta es la vida que los sabios contemplan. Es la cara de esta vida que ellos anhelan ver; es el océano de esta vida en el que anhelan nadar; como está escrito: “En Él vivimos y tenemos nuestro ser”.
Estos son los que son verdaderamente felices, que están por encima de toda infelicidad, por encima de la muerte y la destrucción de la vida.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.