Hazrat Inayat : Espiritismo pt II
Continuando con la serie sobre la comunicación con los que han fallecido, Hazrat Inayat Khan habla ahora con más detalle sobre la forma en que percibimos a los “espíritus” y de qué manera nuestros pensamientos y oraciones pueden ayudarles.
A veces, no sólo en Occidente sino también en Oriente, se llama ‘espíritus’ a esas apariciones de los difuntos que vienen a comunicarse, a avisar, a hablar con alguien querido. La palabra es realmente inapropiada; el espíritu es la esencia, el alma que habita en el más allá, pero ya que la palabra es de uso tan generalizado, aceptémosla. Estos llamados espíritus no son el alma sola, sino el alma junto con la mente; es decir, todo lo que queda del ser externo después de la muerte del cuerpo.
A veces sucede que los fantasmas desean tanto experimentar la vida de este mundo que, hasta cierto punto, se hacen substanciales. No pueden hacerse tan concretos como nosotros; si no, podrían vivir aquí. Pero hasta cierto punto lo hacen, activando los elementos que los rodean, ya sea el éter o el aire.
Cuando la gente ve un fantasma, en parte es una ilusión y en parte puede que lo vean realmente. Cuando el ojo interno ve, estos ojos externos creen que ven. Pero si ellos intentan tocar el fantasma, no hay nada allí. Así, el ser real del espíritu puede mostrarse en la niebla; pero podemos preguntar ¿de dónde obtiene la ropa con la que aparece, o cualquier cosa que pueda tener en la mano? La respuesta es que es la impresión de sí mismo que tiene el espíritu, que se refleja en el alma del espectador, de modo que por su ilusión concreta siente su presencia tan positivamente como si la viera con sus propios ojos.
Los muertos sienten el pensamiento, el buen deseo de los vivos. La oración y los ritos religiosos centran la mente de los vivos en la de los muertos, de modo que los muertos pueden ser ayudados por los vivos, o los vivos pueden ser bendecidos por un espíritu santo.
La costumbre de ofrecer comida, perfume o incienso a los muertos existe entre hindúes y musulmanes. Si alguien viene a vernos y le ponemos comida o cualquier cosa que le agrade, se agradece. Lo mismo ocurre con los muertos. Disfrutan con nuestra comida, con el olor del perfume, porque, aunque no disfrutan de lo que ponemos en la mesa, la impresión de nuestra mente, la alegría que les da, se refleja en su alma.
La persona fallecida se vuelve más interesada por las cosas que hablan a la mente que por las satisfacciones materiales. Por eso, cuando se les ofrece la comida, la bebida y el perfume, se leen ante ellos los nombres sagrados, las surahs del Corán, para que su inteligencia también quede satisfecha.
Para conocer la existencia del espíritu debemos vivir nosotros mismos en el espíritu, y por encima de la materia. Si una persona pierde a alguien a quien amaba mucho y en quien estaba muy absorto, anda perdida en el pensamiento de esa persona. Se convertirá en una persona muerta para el mundo que le rodea, y entonces dondequiera que vaya, en las multitudes, en la selva, siente la presencia de esa persona, porque su yo ya no está ante su vista.
Nuestra conexión con los seres de la tierra es mucho más fuerte, porque somos conscientes de nuestra vida terrenal. Pensamos en nuestros amigos a los que vemos, y nos solidarizamos con ellos; pero pensamos mucho menos en los que han fallecido y en cuál puede ser su condición ahora. Los que viven en otros planos también piensan mucho menos en nosotros. Puede haber una conexión entre una madre y un hijo, o entre un amante y su amada, pero normalmente no hay contacto entre los vivos y los muertos.
Continuará…
Traducido por Inam Anda