Hazrat Inayat : El sentido de la vida pt II
En la primera entrega de esta serie, Hazrat Inayat Khan considera algunos conceptos comunes sobre el sentido de la vida, tales como alcanzar la virtud, el poder o el placer. En esta entrega nos lleva más lejos, con pasos sutiles, a una respuesta más fundamental.
Volviendo ahora a las tradiciones, vemos que en el Corán dice, “Conócete a ti mismo y conoce a Dios”, y otra Sura dice: “Conoce a Dios en la naturaleza.” Pero en la naturaleza no encontramos nada perfecto, nada que podamos llamar Dios, ningún hombre perfecto, ninguna mujer perfecta. Si es muy estudiado, no es valiente; si es muy valiente, no sabe nada; si tiene una gran imaginación, no sabrá cuantos peniques hay en un chelín, y es defectuoso en este sentido. Si es hermosa, no tiene inteligencia o aprendizaje; si tiene aprendizaje, no tiene belleza; si tiene una gran personalidad, no tiene inteligencia; si tiene mucha inteligencia, su personalidad no es carismática.
Entonces, ¿en qué naturaleza podemos ver a Dios? En tu naturaleza [interna], en el ego, en el ser. ¿Cómo podemos ver a Dios en el ego? Si, dejando de lado la tradición, vemos con nuestra mirada científica, vemos que este ser consiste, primero que nada, en carne y sangre, huesos y piel, y en el aliento que nos mantiene a todos unidos. El aliento es la vida; cuando el aliento sale del cuerpo, la vida ya no está. El aliento ha formado al cuerpo.
Y, ¿qué es el aliento? El aliento es el sonido. Cuando es pesado, es un sonido que nuestros oídos pueden escuchar. Cuando es liviano, es un sonido ligero que nuestros oídos no pueden escuchar. Cuando una persona duerme profundamente, escuchamos el ronquido, el aliento. Si nos acercamos a un caballo o a una vaca y escuchamos atentamente, después de poco escucharemos un ligero sonido, el aliento. Esto nos muestra que el aliento es el sonido, y que del sonido todo ha venido. Esto es lo que los hindúes llaman Nada Brahma, el sonido Dios. En el Corán está escrito, “Kun fa yakun,” “Sé, y fue.”
Pero, además del aliento, si miramos dentro de nosotros, vemos que hay algo más. Hay algo que presencia el aliento. Esto es la conciencia, que en su aspecto individual llamamos alma. Entonces una persona sabe desde su entendimiento que es un ser invisible. Entonces dice a su alma, “has estado engañada tanto tiempo por este cuerpo. Has pensado que eras el cuerpo. No lo eres. Eres un ser invisible.” Pero entonces viene la idea, “Quizás no soy un ser invisible Quizás sea una imaginación. Si fuese un ser invisible, podría ir a Rusia, podría ir a Nueva York. No puedo ir a Rusia o Nueva York, debo tomar el barco y el tren. Si quiero noticias, debo enviar un telegrama.”
Esta es la perfección de la que hablan los evangelios. “Sed perfectos como su Padre Celestial es perfecto,” que significa: que el espíritu es consciente del cuerpo, y que el cuerpo es consciente del espíritu. Cuando esto es así, entonces la persona es perfecta. El alma le otorga vida eterna, el cuerpo se vuelve un medio para experimentar. Pero los hombres son sólo conscientes del cuerpo, o si son conscientes del espíritu, son sólo conscientes del espíritu.
¿Cómo ser conscientes del espíritu? Nuestra gran poeta Sufi, Zebunnisa,* dice, “Eres una gota en el océano. Pero si sostienes la idea del océano, serás lo mismo.” Si sólo somos conscientes de nuestro ser, somos como el animal, hablamos sólo por nosotros. Hay algunos que son conscientes de su pequeño grupo, o de su familia; su familia, su grupo pequeño los adora. Hay algunos que son conscientes de su nación; su nación los adora. El bienestar de su nación es su bienestar, la ruina de su nación es su ruina. Algunos, los Maestros, tienen siempre a toda la humanidad frente a sus ojos. Son conscientes de toda la humanidad. Piensan, “Si no he comido, pero mi hermano ha comido, está bien. Si no he tenido nada, pero mi hermano sí, está bien.” Al ser conscientes de la totalidad, el alma gana su libertad. No está limitada por ningún lugar ni condición. Mientras más nos abramos, más logramos el propósito de la vida.
Yo mismo he conocido en Hyderabad a un juez, que había pasado el día sentado en la corte, y durante el almuerzo escuchó a un niño cantando en la calle. En la India a los niños les gusta mucho cantar en la calle. El niño cantaba una canción muy vulgar. El juez mandó a llamar al niño y le hizo cantar la canción. Le hizo cantarla una segunda vez, y luego una tercera, y otra vez y otra vez, muchas veces. La canción era muy común. Las palabras no habían sido escritas por un poeta, y la música no había sido compuesta por un músico. Era un amante cantando a una muchacha, “Me miras como si fueras a comerme,” una expresión muy vulgar. El juez vio durante todo el día como, en el mundo, cada uno trata de devorar al otro, sacar lo mejor de él, y la canción lo conmovió tanto que desde ese día se retiró. Se deshizo de todo y se convirtió en derviche.
El juez interpretó que el mundo, la muchacha, lo miraba como si fuera a comerlo. Eso significa, que las atracciones y tentaciones del mundo terminan con la vida de una persona antes de que pueda despertar para darse cuenta de la verdad de su vida. Pero este no es el verdadero sentido de la vida. El propósito de la vida es la liberación. Que solo esa iluminación es importante. Que solo eso vale la pena. El tiempo de vida, todos los esfuerzos deberían dedicarse a eso, a darse cuenta, a reconocer a Dios que está en el interior.
Un poeta hindú, Hali**, dice, “Oh ojos que anhelan ver a Dios, miren hacia dentro, el Dios que adoran en todo lugar está en el interior.” Esto significa, los ojos deberían volverse hacia adentro, para ver a Dios dentro de nosotros mismos. El propósito del hombre debería ser reconocer a ese Dios, y al hacerlo realidad, ser libres: hacer realidad su vida, independiente e inmortal, libre de muerte y desgaste, libre de los problemas y las preocupaciones y las penas del mundo.
* Zebunnisa (1638 – 1702) fue la hija mayor del emperador Mogol Aurangzeb. Era muy inteligente, se convirtió en hafiza, alguien que ha memorizado el Corán, a los siete años de edad. A pesar de que tenía muchos pretendientes, nunca se casó. Los últimos veinte años de vida, estuvo presa por su propio padre.
**Posiblemente el poeta urdu Altaf Hussain Hali (1837 – 1914)
Continuará…
Traducido por Darafshan Daniela Anda