Hazrat Inayat : The Freedom of the Soul pt III (Spanish version)

Hazrat Inayat: La libertad del alma, Parte III 

En esta entrega de la serie de enseñanzas sobre libertad espiritual de Hazrat Inayat Khan, habla sobre la libertad y la mortalidad. Al concluir la publicación anterior, se introdujo el concepto de una marea que debe barrer todo, una imagen que vincula, a continuación, con el milagro de Jesús caminando sobre el agua. 

El milagro de Cristo que camina sobre el agua es entendido pro los místicos como la enseñanza de un misterio. Caminar en el agua expresa la misma idea que, lo que en sánscrito es llamado, taran: flotar o nadar. Para flotar o nadar uno debe tener la cabeza sobre el agua. Evitamos el agua que nos arrastra, para preservar la existencia que nuestra alma anhela salvar. Nuestro cuerpo está vivo, como nuestra mente está viva, como nuestra alma está viva; y no quiere ser inexistente, pues desea continuar existiendo. Sin importar cuan infeliz o débil sea un hombre, su vida es demasiado preciada por él para sacrificarla. El suicidio solo es posible bajo un gran estrés emocional. Todo trabajo, toda lucha, son para vivir. Todas las peleas, todos los desacuerdos, toda la búsqueda de dinero, toda la búsqueda de confort, son para vivir. A lo largo de toda la vida se lucha para vivir, pero la verdadera vida aún no se ha alcanzado.  

Cristo, de principio a fin, enseña la realidad de la vida eterna. Su única enseñanza fue “la vida”. Es el deseo del alma vivir; y esa vida es la vida verdadera. El hombre sigue imaginando que su vida es para comer deliciosos platos, para estar contento, o para sentirse cómodo por el momento. Pero cuando el cuerpo se haya ido, ¿cómo vivirá?, ¿Qué será de sus comodidades? Cuando la mente no esté allí, ¿cómo va a satisfacer a la mente? Vivir en el cuerpo o en la mente es vivir en vehículos de los que uno se vuelve dependiente, pero que deben pasar y dejar de ser. 

Por lo tanto, la lección que debemos aprender es cómo nadar, cómo flotar, cómo prevenir hundirnos en el torrente de la muerte o mortalidad. ¿Cómo podemos evitarlo? La respuesta se halla cuando comprendemos que el hombre está viajando en un bote; y el bote está cargado con mucho peso. Se acerca la tormenta, y el que está remando le dice al hombre: “La tormenta es severa, tu equipaje es muy pesado; lo mejor será que salves tu vida arrojando uno de tus bultos al agua”. El hombre dice: “Oh, ese paquete contiene cosas que he recogido toda mi vida, y no puedo tirarlo”. “Bueno”, dice el barquero, “si no puedes tirarlo te ahogarás”. Y cuando haya tirado el bulto, tal vez la tormenta se vuelve más grande, y entonces, tal vez el último bulto también tiene que ser arrojado. Y él dice: “Oh, de este nunca me puedo separar; contiene cosas que he recogido a lo largo de mi vida; son recuerdos y quieres que los tire a la basura; cosas de mi abuelo y mi bisabuelo, ¿realmente quieres que las tire?”. El otro dice: “Si no, tú también te irás. ¡Si quieres salvar tu vida, tira ese último bulto también! 

Eso es lo que la muerte hace con la humanidad. Dice: “Estás tan interesado en tu vehículo al que llamas tu cuerpo”, y antes que nada le envía enfermedades. La persona que piensa tanto en su cuerpo siempre está enferma. Ese es el primer paso. Es muy consciente de su cuerpo y dice: “Esto es lo único que debo mantener bien conservado”. Continúa pensando demasiado en ello. Y entonces se siente enfermo, y al final tiene que tirar ambos bultos, cuerpo y mente. 

Otros dirán que no les importa su cuerpo, sino solo su mente. Cuidan sus propias fantasías, sus propios estándares de pensamiento: “Lo que dices está mal, lo que dices está bien”. Están ocupados con pensamientos, con búsquedas, con argumentos, diciendo: “¿Estoy bien?, ¿Lo estás tú?, ¿Lo está ella?”. Y están todo el tiempo en duda y constante preocupación mental; todo el tiempo ocupados en la lucha por algo que realmente no es nada. Para el vidente, esto no importa. Y luego viene la marea, la muerte, y ellos son arrasados; la mente se va, el cuerpo se va, y el alma vuelve a su propia fuente. Esta es la imagen de la mortalidad cuando la mente se aparta del cuerpo con la impresión de la muerte.  

Hay una historia que explica muy bien este tema. Es de un rey que tenía un loro, al cual amaba tanto que lo tenía en una jaula dorada, y siempre lo atendía él mismo. El rey y la reina prestaban tanta atención al loro que todos en el palacio estaban celosos.  

Un día, el rey estaba por irse al bosque de donde vino el loro, y le dijo: “Mi mascota, te he amado y te he mantenido con todo el cuidado, la atención, y el cariño que he podido; y me gustaría mucho llevar cualquier mensaje que desees mandar a tus hermanos en el bosque”. El loro dijo: “Qué amable de su parte haber ofrecido hacer esto por mí. Transmita a mis hermanos en la selva que el rey y la reina han hecho lo mejor para hacerme feliz, una jaula de oro, toda variedad de frutas, y hermosas cosas de todo tipo; y que me aman mucho. Pero a pesar de toda la atención que me dan, anhelo el bosque, y mi mente siempre tiene el deseo de habitar entre ustedes, siendo libre como solía serlo. Pero no veo salida, así que por favor, envíenme su buena voluntad y su amor. Uno solo vive en la esperanza. Quizás algún día se me conceda ese deseo”. El rey fue al bosque y se acercó al árbol donde el loro fue capturado, y dijo a los hermanos del loro: “Oh loros, hay uno de ustedes que he llevado a mi palacio, y él recibe toda la atención que puedo darle. Este es el mensaje de su hermano”. Escucharon el mensaje muy atentamente, y uno tras otro cayeron al suelo pareciendo estar muertos. 

El rey estaba desmesuradamente compungido. Atónito, no podía comprender qué era lo que había dicho que haya afectado tanto a los sentimientos de esos loros. Los amorosos loros no pudieron soportar su mensaje. Y pensó: “¡Qué pecado he cometido! haber destruido tantas vidas”. Regresó a su palacio, fue donde su loro y le dijo: “Loro, qué necio de tu parte darme tal mensaje que tan pronto tus hermanos lo escucharon, uno tras otro, cayeron muertos ante mí”. 

El loro, al escucharlo, levantó la vista suavemente hacia el cielo, y luego cayó también. El rey estaba aún más triste. “¡Qué tonto he sido! Primero, les di su mensaje y los maté, y ahora le di el mensaje a él, y también lo maté”. Todo fue en extremo desconcertante para el rey. ¿Cuál era el significad de todo esto? 

Ordenó a sus sirvientes colocar a su loro muerto en una bandeja de oro, y que lo enterraran con toda ceremonia. Los sirvientes lo sacaron de la jaula con gran respeto, y soltaron las cadenas de sus pies; y luego, mientras lo tendían, el loro de repente salió volando y se paró en el techo.  

El rey dijo: “Oh loro, me has traicionado”. El loro dijo: “Oh rey, este era el propósito de mi alma, y es el propósito de todas las almas. Mis hermanos en la selva no estaban muertos. Les he pedido que me enseñen el camino a la libertad, y me lo mostraron. Hice lo que me dijeron, y ahora soy libre”.  

Hay un sura en el Corán que dice: Mutu kubla anta mutu, que significa, “Muere antes de morir”. Un poeta dice: “Solo logra la paz del Señor aquél que se pierde a sí mismo”. Dios dijo a Moisés: “Nadie me verá y vivirá”. Para ver a Dios, debemos ser inexistentes. 

¿Qué significa todo esto? Significa que cuando vemos nuestro ser con ojos abiertos, vemos que hay dos aspectos de nuestro ser: el falso y el verdadero. La vida falsa es la de este cuerpo y esta mente, que solo existen mientras la vida esté dentro. En la ausencia de esa vida, el cuerpo no puede continuar. Confundimos la vida verdadera con la falsa, y la falsa con la verdadera.  

Morir es esto: cuando hay una fruta o algo dulce y bueno que degustar, el niño viene donde su madre y dice: “¿Me lo darías?”. Aunque a la madre le hubiera gustado comerlo, se lo da al niño. Cuando el niño lo come la madre lo disfruta. Eso es la muerte. Ella (la madre) disfruta su vida en la alegría del otro. Aquellos que se regocijan en la alegría del otro, aunque a su propio costo, han dado el primer paso hacia la vida verdadera. Si nos complace darle a otro un buen abrigo que nos hubiera gustado usar, si disfrutamos de eso, estamos en el primer paso. Si disfrutamos tanto una cosa hermosa que nos gustaría tenerla, y luego le damos esa alegría a otro, disfrutando de ella a través de la experiencia del otro, estamos muertos, esa es nuestra muerte; Sin embargo, vivimos más que él. Nuestra vida es mucho más vasta, más profunda, más grande.  

Aparentemente, es una renuncia, una aniquilación, pero en verdad es una maestría. El verdadero significado de la crucifixión es crucificar a este falso yo, y así resucitar al verdadero yo. Mientras el falso yo no sea crucificado, el verdadero yo aún no es alcanzado. Para los sufis se llama fana, aniquilación. Todos los intentos realizados por verdaderos sabios y buscadores de la verdad real tienen un único propósito: alcanzar la vida eterna.  

Continuará… 

Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda 

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