Hazrat Inayat: La vida interior pt I 

Esta publicación es la primera de una extensa serie sobre la vida interior invisible, esa que representa el verdadero propósito de nuestro ser. Hazrat Inayat Khan comienza describiendo el tema en términos de un viaje para el que debemos hacer los preparativos adecuados. 

La vida interior es un viaje, y antes de emprenderlo, es necesaria una cierta preparación. Si uno no está preparado, siempre corre el riesgo de tener que regresar antes de haber llegado a su destino. Cuando una persona emprende un viaje, y cuando tiene que realizar algo, debe saber lo que es necesario en el camino y lo que debe llevar consigo, para que su viaje sea fácil y pueda realizar lo que ha empezado. El viaje que se hace en la vida interior es tan largo como la distancia entre el comienzo de la vida y la muerte, siendo el viaje más largo que alguna vez emprendamos en la vida; y hay que tenerlo todo preparado, para que después de alcanzar una determinada distancia no tengamos que volver atrás. 

Lo primero que hay que hacer es verificar que no haya ninguna deuda que pagar. Toda alma tiene una determinada deuda que pagar en la vida; puede ser con su madre o su padre, con su hermano o hermana, con su marido o esposa o amigo, o con sus hijos, con su raza o con la humanidad; y si no ha pagado lo que le corresponde, entonces hay cuerdas con las que está atado interiormente, y le hacen retroceder. La vida en el mundo es un comercio justo, si uno pudiera entenderlo, si uno supiera cuántas almas hay en este mundo con las que uno está conectado o relacionado de alguna manera, o con las que nos encontramos a diario. A todos se les debe algo; y si uno no ha pagado sus obligaciones, el resultado es que después tiene que pagar con intereses. 

Hay la justicia interior que actúa más allá de la justicia mundana, y cuando el hombre no observa esa ley interior de justicia, es porque en ese momento está intoxicado, sus ojos están cerrados y no conoce realmente la ley de la vida. Pero esa intoxicación no durará; llegará el día en que los ojos de cada alma se abrirán; y es una pena que los ojos se abran cuando ya es demasiado tarde. Es mejor que los ojos se abran cuando la bolsa está llena, porque será muy difícil si los ojos se abren en un momento en que la bolsa está vacía. A algunos se les debe consideración; a otros, respeto; a otros, servicio; a otros, tolerancia; a otros, perdón; a otros, ayuda. De un modo u otro, en toda relación, en todo vínculo, hay algo que pagar; y uno debe saber, antes de iniciar el viaje, que lo ha pagado, y estar seguro de que lo ha pagado en su totalidad, para que no haya nada más que pagar. Además de esto, es necesario que el hombre, antes de iniciar su viaje, se dé cuenta de que ha cumplido con sus deberes, su deber para con los que le rodean y su deber para con Dios; pero quien considera su deber para con los que le rodean como sagrado, cumple con su deber para con Dios. 

El hombre también debe considerar, antes de iniciar su viaje, si ha aprendido todo lo que deseaba aprender de este mundo. Si hay algo que no ha aprendido, debe finiquitarlo antes de iniciar el viaje. Porque si piensa: “Empezaré el viaje, aunque tenía el deseo de aprender algo antes de empezar”, en ese caso no podrá alcanzar su meta; ese deseo de aprender algo le hará retroceder. Cada deseo, cada ambición, cada aspiración que tenga en la vida debe ser gratificada. No sólo esto, el hombre no debe tener ningún tipo de remordimiento al iniciar su viaje, ni arrepentimiento después. Si hay algún arrepentimiento o remordimiento, debe terminarse antes de empezar. No debe haber rencor contra nadie, ni quejarse de que alguien le haya hecho daño, porque todas estas cosas que pertenecen a este mundo, si el hombre las llevara consigo, se convertirían en una carga en el camino espiritual. El viaje es suficientemente difícil, y se vuelve más difícil si hay una carga que llevar. Si una persona lleva una carga de desagrado, insatisfacción, incomodidad, es difícil llevarla en el camino. Es el camino de la libertad, y para iniciar este camino de la libertad, el hombre debe liberarse a sí mismo, ningún apego debe tirar de él, ningún placer debe atraerlo hacia atrás. 

Además de esta preparación se necesita un vehículo, un vehículo en el que se pueda viajar. Ese vehículo tiene dos ruedas, y ellas están equilibradas en todas las cosas. Un hombre que es unilateral, por muy grande que sea su poder de clarividencia o clariaudiencia, sea cual sea su conocimiento, está limitado; no puede ir muy lejos, porque se necesitan dos ruedas para que el vehículo funcione. Debe haber un equilibrio, el equilibrio de la cabeza y el corazón, el equilibrio del poder y la sabiduría, el equilibrio de la actividad y el reposo. Es el equilibrio lo que le permite al hombre soportar la tensión de su viaje y le permite avanzar, haciendo que su camino sea fácil. No te imagines ni por un momento que los que muestran falta de equilibrio puedan avanzar en el viaje espiritual, por mucho que en apariencia parezcan estar espiritualmente inclinados. Sólo los equilibrados son capaces de experimentar la vida externa tan plenamente como la vida interna; de disfrutar del pensamiento tanto como del sentimiento; de descansar tanto como de actuar. El centro de la vida es el ritmo, y el ritmo provoca el equilibrio. 

En este viaje también son necesarias ciertas monedas para gastar en el camino. ¿Y qué son estas monedas? Son expresiones reflexivas en la palabra y en la acción. En este viaje el hombre debe tomar provisiones para comer y beber, y esas provisiones son la vida y la luz. Y en este viaje el hombre tiene que tomar algo con lo que vestirse contra el viento, y la tormenta, y el calor, y el frío; y esa vestimenta es el voto de secreto, la tendencia al silencio. En este viaje, al inicio el hombre tiene que despedirse de los demás, y esa despedida es el desprendimiento amoroso; antes de comenzar este viaje tiene que dejar algo con sus amigos, y ese algo son los recuerdos felices del pasado. 

Continuará… 

Traducido por Inam Anda