Hazrat Inayat: La vida interior pt IV
En la publicación anterior, Hazrat Inayat Khan comenzó a ampliar el propósito del viaje interior, y aquí continúa presentando las formas en que el buscador puede realizarse mediante la realización del ideal Divino.
El hombre que entiende a Dios como un amigo, nunca está solo en el mundo, ni en este mundo ni en el más allá. Siempre hay un amigo, un amigo en la multitud, un amigo en la soledad; o mientras duerme, inconsciente de este mundo exterior, y cuando está despierto y consciente de él. En ambos casos el amigo está ahí en su pensamiento, en su imaginación, en su corazón, en su alma.
Y el hombre que hace de Dios su Amado, ¿qué más quiere? Su corazón se despierta a toda la belleza que hay dentro y fuera. A él le atraen todas las cosas, todo se despliega, y es belleza para sus ojos, porque Dios es omnipresente, en todos los nombres y en todas las formas; por eso su Amado nunca está ausente. Qué feliz es, por tanto, aquel cuyo Amado nunca está ausente, porque toda la tragedia de la vida es la ausencia del amado; y para aquel cuyo Amado está siempre ahí, cuando ha cerrado los ojos el Amado está dentro, y cuando ha abierto los ojos el Amado está fuera. Todos sus sentidos perciben al Amado; sus ojos lo ven, sus oídos escuchan Su voz. Cuando una persona llega a esta realización, por así decirlo, vive en la presencia de Dios; entonces para él las diferentes formas y creencias, fes y comunidades no cuentan. Para él, Dios lo es todo; para él, Dios está en todas partes. Si va a la iglesia cristiana, o a la sinagoga, al templo budista, al santuario hindú o a la mezquita del musulmán, allí está Dios. En el desierto, en el bosque, en la multitud, en todas partes ve a Dios.
Esto demuestra que la vida interior no consiste en cerrar los ojos y mirar hacia adentro. La vida interior consiste en mirar hacia fuera y hacia dentro, y encontrar a nuestro Amado en todas partes. Pero no se puede hacer de Dios un Amado a menos que se despierte lo suficiente el elemento amor. El que odia a su enemigo y ama a su amigo no puede llamar a Dios su Amado, porque no conoce a Dios. Cuando el amor llega a su plenitud, entonces se mira al amigo con afecto, al enemigo con perdón, al extraño con simpatía. El amor se expresa en todos sus aspectos cuando llega a su plenitud; y es la plenitud del amor la que merece ser ofrecida a Dios. Es entonces cuando el hombre reconoce en Dios a su Amado, a su ideal; y por eso, aunque se eleva por encima del estrecho afecto de este mundo, es él quien realmente sabe cómo amar a su amigo. Es el amante de Dios el que conoce el amor cuando se eleva a ese estado de la plenitud del amor.
Toda el imaginario de la literatura sufí en lengua persa, escrita por grandes poetas, como Rumi, Hafiz y Jami, es la relación entre el hombre como el amante y Dios como el Amado; y cuando uno lee comprendiendo esto, y se desarrolla en ese afecto, entonces ve qué imágenes han hecho los místicos y a qué nota se han afinado sus corazones. No es fácil desarrollar en el corazón el amor a Dios, porque cuando no se ve o no se realiza el objeto del amor no se puede amar. Dios debe hacerse tangible para que uno pueda amarlo, pero una vez que una persona ha alcanzado ese amor ha entrado realmente en el viaje del camino espiritual.
Continuará…
Traducido por Inam Anda