Hazrat Inayat : El Fenómeno del Alma pt IX 

En esta entrega de la serie Hazrat Inayat Khan explica algo de la ley de la manifestación. La publicación anterior se puede encontrar aquí. 

Cuando una persona ha estado sentada sin moverse durante algún tiempo, querrá moverse, frotar sus manos, sus pies, sólo para sentir que está viva. Si a alguien le gusta mucho la compañía de sus amigos y éstos no están con él, querrá salir a verlos. No es realmente porque quiera a los amigos; es porque si sus amigos no le hablan, si se pierde su actividad, no siente que está vivo. 

Un ciego dirá: “Estoy medio muerto. Este mundo exterior no es nada para mí’. Está vivo, pero como no puede ver la actividad del mundo, se siente muerto. Si uno reflexionara sobre lo que sería su vida sin todos los órganos para experimentar el mundo exterior, vería que entonces podría darse cuenta de que “yo soy”, pero nada más. Sin duda, si una persona está inactiva pero se mira las manos y los pies, se da cuenta de que está viva; pero si no tuviera conciencia de este cuerpo, su sensación sería diferente. 

Las partes de la creación que no tienen mucha actividad podemos llamarlas vivas-muertas. El mineral no se siente vivo porque tiene muy poca actividad. Consideramos que los insectos, los pájaros y los animales son más vivos porque tienen la mayor actividad, y simpatizamos más con ellos. 

La destrucción de la forma durante la manifestación no afecta al gran Aliento de Dios, como el flujo y reflujo del mar no se ve afectado en absoluto por las olas, ya sea que vayan en esta dirección o en aquella. La forma de la manifestación es la misma en todo momento, desde el principio hasta el final y desde Dios hasta el átomo más pequeño. Por ejemplo, así como Dios respira, así respiramos nosotros y así respiran los animales y los pájaros; y cuando vemos que ese acto de respirar se produce en toda la manifestación, de la misma manera que cuando se inició, entonces nos damos cuenta de que hay una ley, una manera en que toda la creación tuvo lugar y continuará hasta su final. 

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Todo el tiempo, chispas de conciencia son lanzadas por la conciencia. Llegan a varios puntos de las etapas de la evolución, y cuando el hombre es alcanzado la creación ideal se ha logrado. Es entonces cuando comienza el viaje de vuelta. Sólo el hombre puede volver a esa luz, a esa conciencia de la que procede toda la creación. Ni el caballo, ni el perro, ni el gato alcanzarán esa luz; sólo el hombre es la semilla de ese fruto divino. Si pones la cáscara de una naranja en la tierra, no producirá un naranjo. Toda la creación inferior fue hecha para la creación del hombre, la creación ideal de Dios. En el hombre está contenida toda la creación, y sólo él puede volver a la fuente original, Dios, de donde procede. 

La perfección de la manifestación de Dios es el hombre. Cuando el hombre alcanza la perfección, Su manifestación es perfecta, y sin la perfección del hombre, la manifestación de Dios no sería perfecta. La perfección se alcanza cuando el hombre se vuelve verdaderamente humano. 

Cabe preguntarse si las plantas y los animales, las montañas y los arroyos, también tienen un ser o una existencia individual aparente en los planos superiores, como la tienen las almas humanas. Todo lo que existe en el plano terrestre tiene también su existencia en los planos superiores; pero ¿qué es individual? Todo ser y objeto que está claramente separado puede ser llamado entidad, pero lo que llamamos individuo es una concepción de nuestra imaginación; y el verdadero significado de esa concepción se hará realidad el día en que la verdad última arroje su luz sobre la vida. Ese día nadie hablará de individualidad; se dirá “Dios” y nada más. 

Hay muchos seres, pero al mismo tiempo hay uno, el único Ser. Por lo tanto, objetos como los arroyos y las montañas también están vivos, pero sólo existen por separado para nuestra visión exterior. Cuando nuestra visión interior se abre, la separación se muestra como un velo; entonces hay una sola visión, que es la inmanencia de Dios. 

Continuará… 

Traducido por Inam Anda