Hazrat Inayat: El Fenómeno del Alma, parte VIII 

Continuando con este tema, Hazrat Inayat Khan explora la sutil relación entre la conciencia y la manifestación, entre la debilidad y la fortaleza, y entre el accidente y la intención. La publicación anterior se encuentra aquí. 

La razón de toda manifestación es que la manifestación es la naturaleza de Dios. Con ella, Él obtiene Su satisfacción mediante el cumplimiento del propósito de toda la creación. Pero la satisfacción de Dios no es algo de lo que Él sólo es consciente; es algo que le pertenece pero que se hace realidad. La alegría es algo que nos pertenece, pero es despertada por una cierta emoción, una cierta acción; así que toda esta creación, que es una acción, trae a Dios la satisfacción para la cual fue creada. No aporta nada nuevo a Dios; sólo lo hace consciente de lo que Él es. 

Es muy interesante comprender cómo funciona la acción de Dios en la manifestación. Por ejemplo, a veces una persona comienza a caminar por la habitación, o empieza a tamborilear con los dedos, o mira hacia arriba y hacia abajo sin que haya ninguna necesidad de ello. ¿Por qué lo hace? Porque la ausencia de acción tiene el efecto de paralizar la actividad de la mente, y cuando la ausencia de acción ha paralizado la mente, el alma comienza a sentirse sola y empieza a preguntarse si está viviendo o no. Pero cuando comienza a caminar o a detenerse, entonces se da cuenta de que está viva, porque entonces vive en la conciencia exterior de la vida. Si pensamos más en esto, se abre un vasto campo de conocimiento. 

Naturalmente, no todo el movimiento es causado por la agitación, porque hay dos estados: la debilidad y la fuerza. Cuando una persona es débil, una vez puesta en movimiento actuará y seguirá actuando sin ningún control; el otro aspecto, sin embargo, es la fuerza, y eso es muy diferente. 

La manifestación tiene lugar en el tiempo y en el espacio. El sol, la luna y los planetas tienen su influencia. La mañana, el mediodía, la tarde, la noche y cada hora del día tienen también su influencia especial. Los hijos de un padre y una madre son muy diferentes entre sí en altura, en anchura, en apariencia, en todos los sentidos, porque nacen en momentos diferentes. Si un hermano tiene quince años y el otro cinco, la diferencia entre ellos será muy grande. Los gemelos son muy parecidos porque hay poca diferencia en el momento de su nacimiento. Los corderos son todos muy parecidos porque nacen en la misma estación; y los peces de la misma clase son casi exactamente iguales porque se producen miles de ellos en el mismo momento. 

Esto da lugar a la variedad, en la que se muestra el arte del Creador. Desde el principio del mundo no ha habido dos rostros iguales. Cada artista dibujará algunos rostros que son similares; ¡qué grande debe ser entonces el arte de ese Creador que ha hecho toda esta variedad! 

Toda manifestación está hecha por las dos fuerzas del accidente y la intención, y por las fuerzas creativas y de respuesta. Podemos ver las fuerzas del accidente y la intención trabajando en nuestras vidas. Por ejemplo, si teníamos la intención de ir a dar un paseo por el parque, pero nos encontramos con un amigo que nos dijo: “Tienes que venir a mi casa”, y nos llevó allí, teníamos la intención de ir al parque, pero el accidente nos llevó a la casa del amigo. 

Todo en el mundo es creativo o receptivo. Cuando alguien habla está realizando la parte creativa; los que escuchan están realizando la parte receptiva. El sol y la luna, el hombre y la mujer, la fruta y la flor, representan las fuerzas creativas y receptivas de la naturaleza. 

¿Acaso el Creador no es quien domina y es capaz de hacer que todo funcione como Él desea? El dominio está ahí, pero su funcionamiento está de acuerdo con las impresiones que se reciben del mundo externo. 

Continuará… 

Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.