Hazrat Inayat: El poder del pensamiento
El poder del pensamiento es a veces más grande que el poder de la palabra o de la acción, aunque el pensamiento acompañado de la palabra es mucho mayor, y el pensamiento y la palabra junto con la acción tienen incluso más poder. El pensamiento se crea por la respiración, la palabra es manifestación de la respiración y la acción es realizada por la fuerza de la respiración. Cuando la respiración deja al cuerpo, la acción termina; cuando parte de la boca, la palabra termina; incluso cuando pasa por la mente, el pensamiento termina. De allí que todo el poder del pensamiento, la palabra o de la acción es, en realidad, el poder de la respiración, la respiración siendo la vida misma.
La pureza de la respiración purifica el pensamiento, la palabra o la acción; y la pureza del pensamiento, la palabra o la acción purifica la respiración. Es por esto que nimaz o la oración esotérica, wazifa o la repetición de palabras sagradas, y la respiración contemplativa del fikar son enseñanza en el curso del sufismo.
Un pensamiento de amor y buena voluntad esparce alegría, primero en nosotros mismos, y se difunde a nuestro alrededor haciendo la atmósfera armoniosa y pacífica. Y hacia quien direccionamos el pensamiento, sea que esté en la tierra o en el cielo, indudablemente lo recibe. Pero cuando un pensamiento malvado, un pensamiento de ira, celos o amargura es dirigido hacia alguien, primero arruina nuestra propia vida y estropea nuestra propia atmósfera; y luego destruye, desde su raíz, a aquel hacia quien fue dirigido el pensamiento. Es como la dinamita que, al caer sobre un objeto, no solo destruye el objeto, sino que primero destruye la atmósfera misma que lo rodea. Nadie puede herir a otro con el pensamiento, palabra o acción sin herirse a sí mismo; tampoco alguien puede hacerle bien a otro sin ganar mil veces el bien para sí mismo.
Una persona oculta su pensamiento a través del silencio, de la inactividad, pero su mente le habla a la mente de otro. Cualquier buen o mal pensamiento que pueda apreciar la mente viviente lo percibe al instante; la mente semi-viviente solo lo percibe a la mitad; la mente muerta no puede percibirlo, pues ya está muerta. El hombre, bajo el control de diferentes estados de ánimo, permite que permanezcan pensamientos en su mente que, de otra manera–estando sobrio, en ausencia del estado de ánimo– podría no considerar sabio permitirlos. Esto funciona fuertemente en su desventaja, y en desventaja de otros a quienes de otra manera, no heriría ni dañaría. De ahí que, para pensar correctamente, el hombre debe mantenerse a sí mismo justamente balanceado, y no darle rienda suelta a las pasiones e impulsos que lo privan del poder de su mente, el capital celestial otorgado a cada alma.
Traducido por Prajnabai Mariana Betancur