Hazrat Inayat, El problema de hoy pt X
Continuamos con la serie de conferencias impartidas por Pir-o-Murshid Inayat Khan hace cien años, durante la Escuela de Verano de Holanda de 1922. Este centenario se celebró recientemente en el Universal Murad Hassil, y los lectores pueden encontrar un video del evento aquí. La anterior publicación de esta serie sobre el “Problema de hoy” se encuentra aquí.
Estas personas que son condenadas a prisión durante tantos años, ¿qué suelen sacar de ello? ¿Han aprendido a abstenerse de volver a cometer sus fechorías? No. Esto solo a atrofiado su finura, su claridad de conciencia, su delicada sensibilidad para mirar un error. Una vez que se han dado cuenta de su degradación ante los ojos de la humanidad, se vuelven más desvergonzados. Mediante un estudio profundo de la naturaleza humana se descubrirá que la tendencia a cometer un error no es un crimen. Muy a menudo se trata de ignorancia o de debilidad, y esto no se puede curar o corregir enviándolos a la cárcel o condenándolos a cadena perpetua.
Una prisión es un hogar de miseria. Eso no enseñará a la humanidad a vivir mejor, a ser mejor. Lo que se necesita es una escuela para delincuentes, no la prisión. La única sentencia que puede dictarse es la asistencia obligatoria a esta escuela, donde son instruídos por personas suficientemente avanzadas para que vean por sí mismos la acción adecuada y descubran dónde se han equivocado. Si hubo debilidad, entonces entrenarlos y mostrarles cómo desarrollarse, y mostrarles cómo pueden salir de ella; si fue por ignorancia, entonces se debe poner suficiente luz en sus mentes para que puedan darse cuenta por sí mismos cuál fue su error.
Tanto el profesor de la escuela como los que asisten a ella están convencidos y satisfechos el uno con el otro, entonces vuelve a ser un hombre libre. ¿Por qué toda esta miseria? ¿Quién se beneficia de ella? ¿Por qué todo este gasto que tiene que hacer el Estado sin ningún beneficio? Qué diferencia si sólo se puede encontrar que hubo un tiempo en la civilización del pasado en que un hombre sabio, dotado de luz divina, que tiene una visión aguda en la materia, juzgaba un caso al instante, a primera vista. Y el caso se terminaba en un momento, en lugar de prolongarse durante años y años, teniendo los culpables todo el tiempo para pagar por sus faltas. Y entonces, por una acción particular hay diez personas acusadas, que tienen el mismo tipo de castigo.
Cuenta una historia en la que cuatro criminales fueron llevados ante un rey sabio, acusados de alguna falta. Miró a uno y dijo: “Debe ser ahorcado”. Miró a otro y dijo: “Debe ser exiliado”. Miró a la tercera persona y dijo: “Debe ser condenado de por vida”. Y miró a la cuarta persona y dijo: “Lamento pensar que puedas hacer una cosa semejante. Vete. No te muestres más ante mí”. Todos estos tres fueron a sus castigos, de buena o mala gana, pero éste, el último, se fue a casa y se suicidó de remordimiento. Estas palabras del rey fueron peores que una cadena perpetua, lo destrozaron.
No usamos en la vida cotidiana el mismo látigo para el caballo que para el burro. Ahora mismo no nos damos cuenta del asunto: el temperamento individual, el reconocimiento del carácter individual. La teoría del individuo no parece existir. Todo es una ley rígida por la que toda la humanidad se puede regir, ya sea el burro, el caballo o la mula. Y lo que esto suprime es el progreso de la humanidad hacia un ideal más elevado. Empuja al hombre hacia abajo al pensar que está atado a la rigidez de los pensamientos y de las ideas. No puede sentirse exaltado. Se siente atado a la tierra, y no hay manera de salir de ella.
Sin duda, los métodos de las épocas pasadas fueron para este propósito, y los métodos de hoy son para hoy, pero la reforma tiene un alcance en cada época. No es necesario que durante este período sigamos los métodos del pasado, pero sí es muy necesario que reconozcamos los defectos de la época actual, para que podamos superarlos. Debemos adoptar nuevos métodos.
Una de las mejores maneras de tratar el crimen es no tomar al criminal como un criminal, sino tomarlo como un ignorante o un débil. En lugar de odiarle, en lugar de insultarle y mirarle con desprecio, sentir ese sentimiento de hermandad, que es un ser humano como nosotros mismos y que podríamos tener el mismo defecto en nosotros. Sólo que si en este momento él tiene una falta, es nuestro deber levantarlo, pensando que algún día podemos estar en su lugar y él puede levantarnos a nosotros. Es ese sentimiento de hermandad el que iluminará a la mayoría y no el sentimiento de que por el poder de un determinado cargo o por una determinada ley ese hombre puede condenar a otro a la prisión, y no haber conocido realmente la causa interior, la causa que estaba detrás de su crimen.
Para un sufi esta es una cuestión de gran importancia, pues ve la causa detrás de la causa, y así varias causas, una detrás de otra, hasta que rastrea en la Causa particular a la que llama Dios, esa Causa rectora que conduce todo impulso y toda actividad, incluso de los pecadores. Después de llegar a la realización sufi, uno no se atreve a decir ni una palabra, vea lo que vea. Sólo puede mantener sus labios cerrados y hacer todo lo que pueda para suavizar la condición, para mejorar las cosas sin pronunciar una sola palabra, sin discutir, sin acusar, sin condenar a nadie por su falta
En verdad, después de todo, Dios está trabajando detrás de cada propósito, de cada impulso.
Continuará…
Traducido al español
por Arifa Margarita Rosa Jáuregui