Hazrat Inayat: La paabra parte III
Aquí Hazrat Inayat Khan continúa con su explicación del poder del mundo y de la vibración. La publicación anterior está aquí.
Puedes preguntar ¿tiene el lenguaje alguna relación con el poder de la palabra? ¿Acaso importa el lenguaje que uno utilice? ¿Debe la palabra ser una palabra latina, hebrea o zen, oriental u occidental? La respuesta a esto es que en Oriente cada uno se mantiene en su propio idioma. Los brahmanes ofrecen sus oraciones en sánscrito, aunque este es un idioma muerto hace mucho tiempo; de todos modos, usan sánscrito para sus mantras. Un parsi puede vivir fuera de su país de origen, pero repite sus mantras de acuerdo con la tradición de la antigua Persia, aunque su religión se extinguió allí hace mil años. Entonces, evidentemente a un místico no le importa qué idioma esté usando. Ve la fuente de todos los idiomas en el corazón humano.
Cualquiera que sea el idioma: árabe, sánscrito, persa, hindi; sigue siendo humano. Cuanto más estudie este tema, más verá cómo el origen de todos los idiomas es uno. Incluso el idioma inglés contiene palabras en sánscrito, persa y árabe. Muchos nombres [p. ej. sustantivos] nunca se sospecharía que son de origen persa, y sin embargo lo son. Tantos nombres son semíticos, tantos son sánscritos. La gente nunca sospecha cuántas de sus propias palabras pertenecen a otros idiomas.
Ningún idioma en el mundo de hoy puede pretender ser tan puro como para no tener mezclas con otros. Cualquier idioma es realmente una mezcla de muchos idiomas. Es lamentable que cada idioma posterior sea solo una forma corrupta del anterior. Casi nadie me entendería si hablara de Dar-i Salam, pero si digo “Jerusalén”, todos pueden. Vemos cuán cierto es esto cuando estudiamos algunas palabras de la Biblia. … Se cambia el orden de las letras, y esto hace que parezca una palabra diferente; la ortografía se modifica porque los diferentes países escriben sus palabras de manera diferente. Las vocales y también las vibraciones cambian hasta cierto punto, por lo que los místicos prefieren, cuando es posible, adherirse a la forma original de la palabra. No es porque perteneciera a un determinado idioma del pasado, sino porque en realidad se puede obtener más beneficio al usar la palabra en su forma original.
También existen palabras que ningún idioma puede reclamar que sean de su propiedad. Esto es cierto para la palabra Ism-i Az’m, que significa la palabra de poder. Nadie puede reclamar esta palabra como perteneciente a su idioma; es una palabra que no pertenece a ningún idioma. ¿Por qué es esto? Es porque es una palabra de la naturaleza. El arte la ha reproducido, pero el arte no la ha producido. Todas las demás palabras se han derivado de esta, porque Ism-i Az’m es el espíritu de todas las palabras; es la raíz de todas las demás palabras.
Si bien las diferentes escuelas del sufismo entienden todo esto y utilizan diferentes métodos para enseñarlo, no se limitan a una práctica en particular. El sufí considera las prácticas como recetas que no se dan indiscriminadamente a todos, sino que se eligen por separado, una para este alumno y otra para aquél. Estas prácticas son solo preparativos para recibir la verdad. No existe tal cosa como dar la verdad a una persona y luego dársela a otra, porque la verdad, por su propia naturaleza, no se puede pronunciar, no se puede dar. No se puede dar lo que no se puede expresar con palabras. Entonces, el maestro da un método para encontrar la verdad, para descubrirla, para desbloquear lo que parece estar en el corazón de uno. Ningún verdadero maestro, ningún verdadero místico, ha afirmado jamás poder darle a alguien algo como esto. Es evidente que es imposible que alguien pueda impartir sus conocimientos a otra persona; sólo puede mostrarle cómo desplegar su propio conocimiento para sí mismo. Todo el mundo posee un reino, pero tiene que encontrarlo. Al buscador le resultará fácil descubrir la verdad cuando tenga la ayuda de alguien que por sí mismo haya recorrido el camino hacia ella.
Continuará…
Traducido por Yaqín Anda