Hazrat Inayat : Toward the Goal pt I (Spanish version)

Hazrat Inayat: Hacia la Meta pt I 

Tras una larga descripción del viaje del alma hacia la manifestación (El Alma,¿de dónde y hacia dónde? comienza aquí.) Hazrat Inayat Khan dirige ahora su atención al viaje de regreso desde la experiencia de la manifestación física hasta la meta última. 

El alma durante su viaje hacia la manifestación, y durante su estancia en cualquier plano, ya sea en el cielo de los ángeles, en la esfera de los jinns o en el plano de los seres humanos se siente atraída hacia su fuente y su meta. 

Algunas almas se sienten más atraídas que otras, pero hay una atracción interior consciente o inconsciente que siente toda alma. Es el alma ignorante, ignorante de su fuente y de su meta, la que teme abandonar las esferas a las que se ha apegado. Es el alma que no sabe lo que hay más allá la que teme ser elevada por encima del suelo que tocan sus pies. ¿Acaso teme el pez ir a las profundidades del mar? Pero aparte de los peces, incluso los hombres que han nacido en tierra y se han criado en ella, practican la natación y el buceo en las profundidades del mar, y sacan las conchas de las perlas de sus profundidades. Hay marineros que son más felices en el mar que en tierra, y su audacia, para los que no están acostumbrados al fenómeno del agua, es a veces perfectamente asombrosa. 

La vida es interesante en todas sus fases, tanto en el viaje hacia la manifestación como en el regreso del alma hacia la meta. Cada momento de la vida tiene su particular experiencia, una mejor que otra, una más valiosa que otra. En resumen, la vida puede decirse que está llena de interés. El dolor es tan interesante como la alegría. Hay belleza en cada fase, si uno puede aprender a apreciarla. ¿Qué es lo que muere? Es la muerte la que muere, no la vida. ¿Qué es entonces el alma? El alma es vida, nunca toca la muerte. La muerte es su ilusión, su impresión; la muerte llega a algo que el alma sostiene, no al alma misma. El alma se acostumbra a identificarse con el cuerpo que adopta, con el ambiente que la rodea, con los nombres por los que es conocida, con su rango y sus posesiones, que no son más que los signos exteriores que pertenecen al mundo de la ilusión. El alma, absorta en sus fantasías infantiles, en las cosas que valora y a las que da importancia, y en los seres a los que se apega, se ciega con los velos de su ilusión. Así cubre con mil velos su propia verdad de sus propios ojos. 

¿Cuál es el camino de vuelta? ¿A dónde se regresa? ¿Cuándo se regresa? 

El retorno comienza desde el momento en que la flor ha llegado a su plenitud, desde el momento en que la planta ha tocado su cima, desde el momento en que se cumple el objeto, el propósito por el que un alma nace en la tierra, ya no hay nada más que la retenga, y el alma se retira naturalmente como se acaba el aliento. Pero ¿muere el hombre al expirar? No. Por lo tanto, el alma no muere debido a este aliento final, aunque da al moribundo y a los que miran una impresión de muerte. 

El cuerpo físico puede compararse a un reloj, tiene su mecanismo y necesita que se le de cuerda, y esta cuerda lo mantiene en marcha. La salud del cuerpo físico es lo que le permite, por su poder magnético, retener el alma que funciona en él. Cuando este cuerpo, por una razón u otra, ya sea por desorden o por haber sido desgastado, pierde ese poder de cohesión por el que sostiene al alma que funciona en él, cede y el alma se aleja naturalmente, dejando el cuerpo material como se deja un abrigo que ya no se necesita. 

  

La conexión entre el cuerpo y el alma es como el apego del hombre a su vestido. Es deber del hombre mantener su vestido en buen estado, pues lo necesita para vivir en el mundo; pero sería ignorancia si pensara que su vestido es él mismo. Sin embargo, por regla general, es lo que hace el hombre; qué pocos en este mundo se detienen a pensar en este tema, si este cuerpo soy yo mismo, o si estoy aparte de este cuerpo, si soy más alto o más grande, más precioso o más longevo que este cuerpo. ¿Qué es entonces la mortalidad? No existe la mortalidad, sino la ilusión y la impresión de esa ilusión, que el hombre mantiene ante sí como temor durante su vida, y como impresión después de haber dejado esta tierra. 

Continuará… 

Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jauregui  

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