Hazrat Inayat: Hacia la meta
La vida y la muerte son aspectos contrarios de una sola cosa: el cambio. Si queda algo de muerte con el alma que ha fallecido en esta tierra, es la impresión de muerte de acuerdo a la idea que el alma tiene de la muerte. Si el alma sentía horror hacia la muerte, se lleva este horror consigo. Si tenía una agitación contra la muerte, se lleva esa impresión. Además, el alma que muere se lleva consigo la impresión de la idea y recuerdos que aquellos que le rodearon en vida tenían de la muerte, especialmente al momento de fallecer en la tierra. Este cambio por algún tiempo paraliza la actividad del alma. El alma que se ha impresionado por la idea de que es detenida por la muerte, y por la impresión que fue creada por aquellos junto a su lecho de muerte, se mantiene en un estado de inercia, llámalo miedo, horror, depresión o desilusión. Pero le toma algún tiempo al alma recuperarse de este sentimiento de inactividad. Es esto lo que, desde un punto de vista metafísico, puede llamarse el purgatorio. Una vez que el alma se ha recuperado de este estado, inicia nuevamente su progreso, avanzando hacia su meta sobre las pistas que ha dejado antes.
El retrato de esta idea puede explicarse así: Un hombre sencillo fue burlado por un amigo que le dijo que, cuando una persona bosteza, ese era el signo de la muerte. Esta idea le causó tal impresión que luego de bostezar, pensó que ciertamente estaba muerto. Estaba muy triste por su muerte y fue a buscar sepultura, desesperado por la idea de “Cuan falsos son los amigos, que nadie vino a su funeral”. Encontró un agujero hecho por lobos en la tierra, y pensó, “¡Qué bien!, no necesito cavar una tumba por mí mismo; al menos esto ya fue hecho para mí”. Se lanzó dentro del agujero y estaba recostado cómodamente, apesadumbrado por su muerte. Un hombre que pasó por ahí estaba buscando alguien que lleve parte de su carga, y hablaba consigo mismo: “si sólo tendría alguien en estos bosques que pudiese llevar la mitad de mi carga, sería tan bueno”. En respuesta a su pensamiento escuchó a alguien decir, “figúrate que, ahora estoy muerto, si estuviese vivo, ciertamente te habría ayudado”. El hombre no podía comprender como alguien que está muerto podía hablar. Se volteo a mirar y encontró a un hombre perezosamente recostado en un agujero en el piso. Pensó, talvez está enfermo y puedo ayudarlo. Se acercó y preguntó “¿qué te pasa?”. El simplón dijo “Nada me pasa. Estoy bastante bien. Solo que estoy muerto”. El hombre dijo “¿Cómo vas a estar muerto? No luces como un muerto. Estas hablando. ¿Cómo puedes estar muerto y hablar al mismo tiempo? No estás muerto”. Pero el simplón seguía diciendo “No, no, estoy muerto” hasta que el hombre tuvo que sacarlo a patadas del agujero. Entonces se incorporó y trató de creer que no estaba muerto.
Detrás de esta historia de humor hay un maravilloso secreto escondido. Cuantas almas tontamente creen en la idea de la muerte y se llevan consigo ese pensamiento al morir en la tierra a una vida que es aún más grande. Y cuantas almas encontramos que creen que el fin de la vida es la muerte, una creencia en la mortalidad que no puede ser erradicada de sus mentes. Toda la enseñanza de Jesucristo tiene como tema central elevarse hacia la realización de la inmortalidad.
Traducción Baasit Patricio Carrillo