Hazrat Inayat : ¿Qué es un sufí? pt XI
En esta última entrega de la serie, Hazrat Inayat Khan concluye sus enseñanzas sobre lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, la recompensa y el castigo, y sobre el perdón divino, tema que inició en el post anterior.
Según el sufí, la diferencia entre el pecado y la virtud es como la diferencia entre el bien y el mal. Son términos comparativos. La virtud menor comparada con el pecado mayor se considera virtud. La inclinación del alma es hacia el bien; sólo cuando el alma está indefensa en manos del yo inferior se inclina hacia el mal.
Una vez más, puede decirse que: el pecado y la virtud son las normas del bien y del mal establecidas por los maestros de religión. Son las normas de la moral las que mantienen el mundo en orden, y es la ruptura de este orden lo que causa la decadencia de la religión, con el efecto de guerras, hambrunas y desastres. Para mantener este orden, mensajeros son enviados de vez en cuando y controladores espirituales son designados en todas las partes de la tierra. Uno podría preguntarse: “¿Por qué caminar por el camino de la rectitud y la piedad; por qué gastar la vida en enseñar y predicar a la humanidad?”. Es natural. Todo corazón amoroso e iluminado desea que los demás participen de su visión de la gloria. Por otra parte, parece que algunas personas son muy felices cometiendo pecados. Entonces, ¿no hay que imponer ninguna restricción al pecado? La respuesta es: el pecado nunca puede hacernos felices. Incluso si el pecado produjera placer por un tiempo, volvería a resonar, y el resonar de una nota falsa nunca es agradable al oído musical. Si una persona fuera realmente feliz en su “pecado”, uno podría estar satisfecho de que esto realmente fuera su virtud, y que es sólo para nosotros, desde nuestro punto de vista, que su acción es pecaminosa. Por lo tanto, el sufí sigue su propio camino, y no juzga a los demás.
Si sólo hay una diferencia comparativa entre el bien y el mal, el pecado y la virtud, ¿por qué debería haber castigo para el mal y recompensa para el bien? El efecto del bien en sí mismo es una recompensa por el bien, y el efecto del mal es en sí mismo un castigo. Desde nuestra limitada visión, tal vez, atribuimos estos efectos a una tercera persona, a un ideal divino. Pero ¿qué hay entonces de la creencia de los ortodoxos, de que, si alguien pide perdón antes de su muerte, sus pecados serán perdonados por Dios? Parece difícil creer que una persona que ha pecado durante toda su vida pueda ser perdonada con una simple petición hecha a la hora de la muerte. La respuesta es que es absolutamente cierto que todos los pecados de la vida pueden ser perdonados por la Misericordia Divina en un instante, del mismo modo que una solución química puede lavar las manchas de años de la superficie de una roca en un momento. La verdadera cuestión es si la petición es suficientemente sincera. No es tan fácil como parece, pues se trata de un asunto de Misericordia Divina; y si una persona ha seguido cometiendo pecados, con cada pecado ha perdido su creencia en el juicio del Ser Divino y en Su poder. Por lo tanto, ha sembrado la semilla de la incredulidad en su corazón y ha criado esta planta con sus pecados. Siendo así, ¿cómo puede al final desarrollar en un momento la fe suficiente para creer en la misericordia divina? Lo más sencillo se convierte en lo más difícil para él.
Por esta razón, los maestros de la humanidad han enseñado al hombre la fe como primera lección de religión. Se perdonan los pecados de toda la vida a quienes siempre han creído que en cualquier momento podía llegar la muerte y se han guardado de hacer cualquier cosas que no fuera del agrado de su Señor, y siempre que, debido a la imperfección humana, han fallado en hacer el bien, han pedido perdón de todo corazón.
Traducido por Inam Anda