Recordando las incertidumbres y esperanzas que se arremolinaron a su alrededor durante ese largo viaje, Hazrat Inayat Khan más tarde escribió lo siguiente.
Fui llevado por el destino del mundo de la lírica y la poesía al mundo de la industria y el comercio el 13 de septiembre de 1910. Dije adiós a mi patria, la tierra de la India, la tierra del sol, hacia América, la tierra de mi futuro, añorando: “Tal vez regresaré algún día”, y aun no sabía cuánto tiempo pasaría antes de que pudiese regresar. El océano que tenía que cruzar me parecía un golfo entre la vida que había pasado y la vida que estaba por venir. Pasaba el tiempo en el barco mirando el ascenso y caída de las olas y reconociendo, reflejada en este ascenso y caída, la imagen de la vida, la vida de las personas, de las naciones, de las razas y del mundo. Trataba de pensar hacia donde estaba yendo, qué iba a hacer, qué me estaba aguardando. “¿Cómo iniciaré la tarea? ¿Será la gente favorable o desfavorable al Mensaje que estoy trayendo de un extremo del mundo al otro?” Parecía que mi mente se movía con curiosidad entre estos cuestionamientos, pero mi corazón se rehusaba a reflexionar sobres ellos tan siquiera por un instante, respondiendo además a una voz incesante que siempre escuché viniendo del interior, alentándome constantemente hacia adelante en mi tarea, diciendo: “Tú has sido enviado a Nuestro servicio, y somos Nosotros Quienes haremos claro tu camino” Sólo esto era mi consuelo.
Este periodo, mientras estaba en camino, fue para mí el estado que se experimenta entre un sueño y un despertar; todo mi pasado en India se convertía en un único sueño, no un sueño sin propósito, sino un sueño preparándome para realizar algo para lo cual había venido. Hubo momentos de tristeza, de sentirme desarraigado cada vez más y más lejos de mi tierra natal, y momentos de inmensa alegría, con la esperanza de acercarme a las regiones Occidentales para las cuales mi alma estaba destinada. Y en ocasiones me sentí demasiado poco y pequeño para mis ideales e inspiraciones, comparando mi limitado ser con el vasto mundo. Pero a veces, al darme cuenta para Quién era el trabajo, para Quién era el servicio, de Quién era el llamado, la respuesta que daba mi fervor me emocionó hasta el éxtasis, como si me hubiera elevado a la comprensión de la Verdad por encima de las limitaciones que agobian a la humanidad.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel