Necesitados de novedad
Vivimos en una época materialista, en la que todo se pesa y se mide según su valor comercial, y no es nada sorprendente que la espiritualidad también parezca divulgarse por medios mercantiles. El número de talleres, retiros, cursos y conferencias de orientación espiritual (Y desde luego pagados) que se pueden encontrar en Internet es realmente asombroso, y probablemente la cantidad aumente cada día. Podríamos esperar que esto signifique que el mundo se está volviendo más espiritual, pero es más probable que sea el resultado de las fuerzas del mercado: se puede ganar dinero con la “meditación”, al menos para algunas personas.
Cuando abundan las marcas en el mercado, una forma de atraer clientes es la novedad. Los “productores” espirituales buscan técnicas poco convencionales que empaquetar, las etiquetan con terminología exótica, y crean estructuras pedagógicas que dan la impresión de que se avanza en una u otra dirección. Es de suponer que esta estrategia debe encontrar alguna respuesta, y también genera expectativas: “¿cómo podemos estar avanzando en el camino si el escenario no cambia?”. Entre los estudiantes de sufismo, especialmente los principiantes, no es raro creer que cuantas más prácticas personales se realicen, más se está avanzando (aunque sea lo contrario), y si no se satisface el hambre de novedad, se produce un sentimiento de decepción. No hace mucho, en relación con un retiro sufí que se estaba planeando, se preguntó a alguien que había participado en retiros similares en el pasado si asistiría, y la respuesta fue: “¿Para qué? Siempre es lo mismo”.
Hazrat Inayat Khan dijo que siempre hay oposición al Mensaje; así ha sido en todas las épocas. En el pasado, cualquier nueva presentación de la Verdad provocaba una resistencia activa e incluso violencia, pero hoy, dijo, la oposición se presenta en forma de falta de respuesta. La llamada de lo Alto se recibe a menudo con un encogimiento de hombros de indiferencia. Por eso, si queremos recibir la bendición del Mensaje, debemos preguntarnos si hemos sido verdaderamente receptivos. En la espiritualidad, el modelo de conflicto no tiene por qué aplicarse; no tenemos que saltar de un sistema a otro para encontrar el equipo ganador, o el más rentable. Ese es el estilo del soldado mercenario, dispuesto a ir a la batalla del lado de quien le llene los bolsillos. En este caso, la manera que se necesita es la del enamorado, aquel cuyo corazón está abierto y es tierno, y que tiene esperanza, pero no expectativas.
¿Y cómo cultivar esta cualidad? Una forma de empezar es ampliando nuestro horizonte. En el momento de leer estas palabras, quizá estemos pensando también en una cita próxima, o en la compra, o en cómo pagar las facturas, o en una conversación difícil que vemos venir. Si nos detenemos en cualquiera de estas preocupaciones, fácilmente puede llegar a llenar nuestra conciencia, sin dejar espacio para nada más. Pero si ampliamos nuestro horizonte, el contexto cambia. Si nos tomamos un momento para pensar en la belleza del amanecer, o en la luz de la luna y las estrellas por la noche, en la dignidad de una montaña nevada o en la ternura de un prado en flor, empezamos a sentir un cambio. Y si además ampliamos nuestro horizonte interior, esforzándonos por recordar cualquier bondad que se nos haya mostrado, y la bendición de cualquier felicidad que hayamos conocido, el privilegio que tenemos al simplemente vivir y respirar, el corazón comienza a despertar de su pesado sueño.
El Mensaje, la comunicación inspirada por la Divinidad, de que todos somos parte del Único Ser, la perfección del amor, armonía y belleza, es la vida misma, y por lo tanto está en constante flujo. Cuando nuestro corazón se abre a esta llamada, podemos empezar a escuchar la música embriagadora de la vida, que siempre está sonando. Si, por el contrario, nos parece escuchar siempre la misma y aburrida cosa, sólo significa que aún no hemos oído lo que se nos dice, y que necesitamos escuchar más con nuestro corazón.
Traducido por Inam Anda