Sigue adelante
El breve poema escrito por el monje budista de la era Tang, Chiao Jan, tiene un mensaje para todos nosotros, y merece cierta atención. Comienza hablando de “las orillas del no hacer”. Esto no significa que tras cruzar el Gran Océano lleguemos a un lugar de desidia, sin actividad, sino que el viaje nos lleva a un estado en el que el actor -o el viajero- ha desaparecido. ¿Cómo puede haber “hacer” si no hay nadie que “haga”? Esa fue la experiencia del Buda Shakyamuni, y es el objetivo último de toda práctica budista: detener la rueda interminable del deseo y la decepción. Y aunque el lenguaje utilizado puede diferir de una tradición a otra, también es el objetivo de todas las corrientes de práctica espiritual.
Sin embargo, el poema nos dice que alguien aún no ha llegado a esa orilla. ¿Quién? Se ha sugerido que estos versos son una reflexión del poeta consigo mismo, una especie de recordatorio en su vejez, pero el título apunta en otra dirección. Parece más probable que Chiao Jan debe haber observado sentimientos de abatimiento entre algunos monjes de un templo cercano, y que éste fuera su amable aliento para ellos.
La paradoja del camino espiritual es que perseguimos una meta hasta que nos damos cuenta de que la meta nunca estuvo ausente de nosotros. La verdad no puede ser parcial, válida en un contexto y no en otro; para merecer su nombre debe estar siempre presente, incluso en nuestras limitaciones y desastres, aunque desafíe a nuestra razón y lógica explicar cómo puede ser esto. Sin embargo, antes de que llegue la realización no podemos abandonar nuestros esfuerzos. Sería como querer ganarse la lotería sin haber comprado el billete. Por eso, las nubes blancas que envuelven la cima del horizonte oriental, el lugar donde se levanta el Sol de la Verdad, tienen un significado para nosotros: su belleza, majestuosidad y pureza nos sirven de estandarte, nos invitan a seguir adelante, recordándonos que sólo hay un propósito en la vida que merece nuestro esfuerzo.
Las nubes blancas también sirven para elevarnos por encima de la emoción autodestructiva de la tristeza. Hazrat Inayat Khan dice que la autocompasión es la mayor de las pobrezas. Al alimentar nuestra impresión de pequeñez y separación, la autocompasión cierra la puerta al tesoro que es nuestra herencia divina. Por lo tanto, como dice Chiao Jan, estar triste por nuestra falta de logro espiritual es simplemente una tontería. En este viaje, la actitud es lo más importante. En Vadan Alapas, Hazrat Inayat Khan nos anima de esta manera: Que el coraje sea tu espada y la paciencia tu escudo, mi soldado.
Escuchemos, pues, a Chiao Jan y sigamos adelante, ya sea como soldados, ya sea como monjes, o tal vez como soldados-monjes. La hora, la estación y el clima no importan. La meta no ha sido elegida arbitrariamente: nos ha llamado, y está ante nosotros, esperando, mientras no perdamos la esperanza. Sigan adelante con valor y paciencia, y no acepten la idea de la derrota.
Traducido por Inam Anda