Conociéndonos a nosotros mismos
¿Qué sabemos realmente de nosotros mismos? La conversación giraba alrededor de esta frase del Gayan, Boulas: Aquel que se da cuenta del efecto que tiene sobre sí mismo su obrar, comienza a abrir su perspectiva en la vida. Algunas voces del grupo señalaron que de una u otra manera, lo que hacemos afecta, no solo a los que nos rodean, sino a nosotros mismos. Pero en la aparente simplicidad de este refrán hay una hondura esperando por nosotros: para conocer realmente las consecuencias de nuestros actos, y por tanto para ampliar bien nuestra perspectiva, debemos familiarizarnos con nuestro yo.
Supongamos que dos amigos van a dar una caminata por el bosque. Para uno de ellos, es el primer encuentro con este paisaje, mientras que el otro lo conoce bien. Ambos escucharán los mismos cantos de pájaros, verán las mismas hojas y flores, sentirán la misma tierra bajo sus pies, observarán las mismas creaturas, y olerán las mismas trazas y perfumes de la vida –pero el uno tendrá mucha menos comprensión de esta avalancha sensorial, mientras que el otro sentirá como si estuviera conversando con un segundo amigo.
Una persona que no es consciente de su vida interior sin duda experimentará los efectos de sus acciones, pero puede que no los reconozca fácilmente, mientras que una persona que tiene alguna consciencia verá que una cierta acción produce luz, mientras otra hace una sombra.
La condición común es que nos identificamos con lo que quiera que llama nuestra atención: si hay un pensamiento, pensamos “yo soy este pensamiento – ¡este pensamiento soy yo!”. Del mismo modo, si tenemos una sensación física, un dolor o un placer quizás, o un sentimiento emocional, creemos que somos la sensación, o que el sentimiento soy “yo”. Pero si el pensamiento desaparece, o si la sensación cesa, aun estamos presentes; por lo tanto, en verdad no somos ninguna de estas experiencias.
Cuando reconocemos que no somos lo que estamos experimentando, se vuelve posible observar nuestro mundo interior con mucha mayor claridad. Entonces, como sugiere Hazrat Inayat Khan, nuestra perspectiva de la vida comienza a ampliarse hacia el infinito.
Traducido por Yaqín Rodrigo Esteban Anda