Escucha el Silencio
Entramos al camino espiritual por un llamado, un llamado desde el interior. Si entendemos bien el llamado, nos deberá llenar de esperanza, dejarnos en éxtasis, como el borracho que salió bailando de la cuneta cuando se enteró de que el rey sabía su nombre. Paradójicamente, sin embargo, el llamado nos pone inquietos, insatisfechos e infelices. Agradece esa insatisfacción; sin ella nos adormilaríamos, perdidos en sueños que no tendrán significado cuando la consciencia por fin se levante de su entierro en la tierra.
Si culpamos a nuestra infelicidad por las condiciones externas, entonces la puerta a la vida interior todavía no se ha abierto. La voz nos llama pero no sabemos de dónde viene, por tanto miramos lo que nos es familiar, pensando que más posesiones, más estatus, más ocio calmarán nuestra incomodidad. Pero las condiciones externas cambian, no hay satisfacción duradera en el mundo exterior. Incluso si pudiésemos asegurarnos una vida agradable en todo sentido, llegará la hora en que debamos dejar este mundo y nuestra ‘felicidad’ se rompería. Felicidad duradera y de verdad sólo puede ser encontrada dentro, en el mundo interior.
Cierta vez, un renombrado Sufí llegó a una ciudad y dio una charla. Una mujer escuchaba y después le dijo, “Has perfeccionado el arte de la retórica. ¿También has perfeccionado el arte del silencio?” Estas palabras golpearon de tal manera al Sufí que desde ese momento renunció a hablar.
¿Hemos aprendido el arte del silencio? Lo que nos impide reconocer la realidad interior es el parloteo continuo de la mente y el despiadado balbuceo de las emociones, revueltas en espuma por el ego. En medio de semejante turbulencia, ¿quién puede escuchar la música sutil y silenciosa del mar de la vida?
El silencio se aprende no solo cerrando los labios sino aquietando la voz que está ocupada con todo lo que atañe al trono vacío del rey imaginario, ‘yo’. Los sufíes han dicho que para avanzar en el camino espiritual, el estudiante debe disponerse ante el Espíritu de Guía como el cadáver que se limpia para el entierro. Permite que la Guía te limpie, entonces, de tus análisis, tus agendas, tus dimensiones y tus declaraciones. Calla, para que puedas escuchar lo que se te ofrece. Vacíate, para que puedas ser llenado.