Perdidos en el laberinto; necesitamos ayuda
Cuando caminamos en la oscuridad, inevitablemente procedemos de manera incierta. Confiamos en pequeñas pistas, como la sensación bajo los pies, los sonidos que nos rodean y cualquier tenue destello de luz, pero nos vemos obligados a ir despacio, y aun así podemos sufrir caídas espantosas y heridas dolorosas y contusiones.
Por otro lado, si tenemos un compañero que conoce el territorio (¡o que puede ver en la oscuridad!), alguien que puede decir, “Camina hacia mí, es seguro”, o que puede tomar nuestro brazo y guiarnos alrededor de los obstáculos, entonces vamos más fácilmente.
Tal es la situación del buscador espiritual. Estamos profundamente insatisfechos con nuestra condición actual, pero no podemos ver cómo proceder. Para tomar prestada una metáfora de la mitología, estamos perdidos en el laberinto, y lo que es peor, escuchamos ecos del temible minotauro en algún lugar cercano.
Se necesita una guía. Ciertamente hay gente que conoce el camino; incluso en nuestra época, cuando la espiritualidad parece un cuento de hadas poco recordado, los sabios y los compasivos están allí; nunca han estado ausentes. Pero antes de que una persona así pueda ayudarnos, hay un requisito indispensable: la confianza.
En una parte de su texto sobre el camino del discipulado, Hazrat Inayat Khan habla de los diferentes estados de confianza o yaqin, que puede tener un buscador. Hay uno que confía, pero sólo parcialmente, que se tambalea de ‘sí’ a ‘no’ y viceversa. Esta es una condición lamentable, ya que es muy difícil avanzar. Un segundo estado es cuando el buscador confía en el guía, pero no tiene confianza en sí mismo, y eso también es problemático, porque la falta de confianza en uno mismo hace que el progreso sea casi imposible. La tercera condición es cuando el buscador se siente seguro de sí mismo y tiene una confianza inquebrantable en el guía; entonces el camino se vuelve fácil.
Debido a que vivimos en una era materialista, hay una tendencia a pensar que el verdadero “oro” en el cofre del tesoro son las prácticas espirituales, y como éstas están (supuestamente) disponibles en libros y en línea, uno simplemente necesita desenterrar la combinación correcta de técnicas para resolver todos los problemas y revelar los misterios ocultos. Es un desafortunado malentendido, porque normalmente sólo produce confusión, pero también puede causar un daño grave.
El oro verdadero es el vínculo de simpatía que conecta al buscador y al guía, pues suaviza el corazón del estudiante y lo hace receptivo a la voz del Espíritu de Guía. Las prácticas dadas con perspicacia, sabiduría y compasión son como la lluvia después de una larga sequía, mientras que las prácticas recogidas al azar por el buscador a menudo permanecen `secretas’, negándose a revelar su vida interior porque la actitud no las desbloquea. En el peor de los casos, sin embargo, las prácticas pueden tener inesperadas –y completamente indeseables– consecuencias. No es exagerado decir que se han arruinado vidas de esta manera.
Si estamos perdidos en el laberinto, por lo tanto, en lugar de buscar prácticas (¡cuanto más exóticas, mejor!), deberíamos ser sabios para buscar un amigo y aprender a desarrollar la confianza. Sin duda los humanos siempre mostrarán faltas, pero el Espíritu de Guía compensará generosamente al buscador que confía sinceramente.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.