Noor Inayat: El Joven Loro
Esta historia fue tomada de “Veinte cuentos Jataka” por Noor Inayat Khan. Para más acerca de cuentos jataka y escritos de Noor mira la nota en esta publicación anterior.
En la cima de la montaña había un bosque de ceibos, y en ese bosque vivía una parvada de loros con su rey y su reina.
Y el rey y la reina tenían un hermoso lorito, ¡más hermoso que ninguno en el mundo!
Pasó el tiempo y Rey y Reina envejecieron, y el pequeño lorito creció y se hizo todo glorioso y más grande que cualquier loro en el mundo.
Y dijo un día a sus padres: “Queridos, ahora que he crecido y soy fuerte iré a traer comida de los campos para ustedes”.
Y cada día volaba con la bandada a los campos de arroz. Y luego de comer con el resto llevaba en su pico una gran porción para darla a su madre y a su padre.
Pero un día los loros encontraron un hermoso campo, más fértil que cualquier otro. Y desde entonces fueron a comer ahí.
“Debo avisarle a mi amo que los loros están comiendo su arroz”, pensó el hombre del granjero.
Y fue al granjero y dijo: “Amo, nuestro campo es fértil y de verdad el arroz es más hermoso que el de cualquier otro campo. Pero una bandada de loros viene cada día a comer del grano, y uno entre ellos, más hermoso que los otros, luego de comer su gran parte, se va con el pico lleno de arroz para guardarlo”.
El dueño del campo fue entonces invadido por un anhelo de ver al ave que se llevaba arroz.
“Haz una trampa de pelo de caballo y atrapa al loro”, le dijo al hombre, “pero tráelo vivo a mí”.
Al día siguiente, el trabajador armó una trampa, y, mientras aterrizaba, el joven loro sintió su pequeña pata atrapada. No gritó para pedir ayuda, pues pensó: “si mis camaradas saben que estoy atrapado, tendrán miedo y no comerán. Debo esperar a que hayan comido, entonces gritaré”.
Y cuando habían comido él llamó, pero ninguno vino a ayudarlo; todos, aterrados, se alejaron volando.
Se quedó solo, y lloró amargamente.
“¿Qué he hecho?” pensó. “¿Por qué me dejan?”
Pronto llegó el trabajador y tomando alegremente al pájaro, exclamó: “Ah, eres justo aquel que quería atrapar”. Y lo llevó donde su amo. El dueño del campo tomó al loro delicadamente entre sus manos.
“Mi ave” dijo, “¿tienes una granja en algún lugar? ¿es ahí donde escondes el arroz? Una vez que has comido de mi campo te alejas volando, con el pico lleno de granos, ¡pajarito malcriado!”
El loro respondió con una dulce voz humana:
“Un deber cumplo cada día,
un tesoro guardo lejos.”
“Dime”, dijo el dueño del campo, “¿Cuál es el deber a cumplir y el tesoro que lejos guardas?”
“Mi deber”, dijo el loro, “es llevar comida a mis padres que son ancianos y no pueden volar; y mi tesoro es un bosque de amor. En este bosque, a aquellos que son débiles les ayudan los más fuertes, y a aquellos que tienen hambre se les da comida”.
Al escuchar esto el viejo sonrió. “El campo les pertenece”, dijo. “Vuela de vuelta a tus padres que te esperan. Pero regresa a mi campo cada día”.
La hermosa ave rápidamente voló a los bosques donde sus padres la llamaban. Y todos los otros loros se reunieron y escucharon la historia del joven loro. Todos los loros de los bosques se unieron, y vivieron felices para siempre.
Tr. Baasit Patricio Carrillo