La travesía del peregrino
En sus esfuerzos por enseñar al mundo la sabiduría Sufi, Hazrat Inayat Khan prestó especial atención al papel de los símbolos. En Las Gathas, subtituladas «un bosquejo del pensamiento Sufi», los símbolos son uno de los temas principales, junto a temas importantes como la purificación, la respiración y la filosofía. El objetivo del Maestro, sin embargo, no era instruir una especie de código de sustitución (el sol equivale al poder, la estrella a la guía, el loto a la pureza, etc.), sino mostrar que un símbolo es una semilla que nos han dejado las almas iluminadas y que, al sembrarla en nuestro entendimiento, su vida puede despertar, echar raíces y flores y ofrecer frutos de guía. Esto se aplica no sólo a los símbolos que encontramos en la imaginería y la poesía, sino también a costumbres y tradiciones como el apretón de manos, el brindis o los rituales del matrimonio.
Una tradición aparentemente universal en la cultura humana es la de la peregrinación. Los cristianos visitan Tierra Santa o recorren el Camino de Santiago; los musulmanes viajan a La Meca para el Hajj; los judíos rezan ante el muro del Templo de Jerusalén. Si miramos atrás en la historia, incluso hay pruebas de que las tribus neolíticas realizaban viajes anuales a Stonehenge. En otras palabras, el tiempo y la cultura importan poco; algo fundamental nos impulsa a tomar nuestro bastón y convertirnos en peregrinos. ¿Qué es?
Podemos encontrar una pista de este impulso si examinamos la religión hindú y sus primos cercanos, el jainismo y el budismo. En toda la India y sus alrededores hay docenas de lugares de peregrinación, llamados «tirthas», que atraen anualmente a millones de fieles. La palabra tirtha significa vado o cruce, y podríamos suponer que se debe a que estos lugares suelen estar a orillas de un río o a la orilla del mar. Como los ríos suelen considerarse sagrados, un vado que permitiera entrar en la corriente y cruzar con seguridad a la otra orilla tendría un significado especial. Sin embargo, en la música divina de la sabiduría, los temas a veces pueden sonar al revés o dar la vuelta, y puede sorprendernos descubrir que la causa puede convertirse en efecto.
El Skanda Purana declara que hay tres clases de tirtha: la móvil, la fija y la interior. El tirtha móvil es cuando visitamos a una persona como un santo, un sabio o un sadhu. El tirtha fijo es a un lugar: un templo en el que una vez apareció un dios o una diosa o en el que un sabio se sentó a meditar, por ejemplo, o una ciudad sagrada. La tirtha interior, sin embargo, no requiere viaje, pues es a un lugar de la mente, un viaje a un punto «de verdad, caridad, paciencia, compasión, habla suave, alma».
La peregrinación fija, por tanto, centrada en lo externo, sirve a aquellos cuya creencia puede ser fuerte pero que quizá aún no ven más allá de la superficie. El peregrinaje móvil, para una persona, tiene la posibilidad de elevar al buscador a un reino más espiritual, pues un corazón vivo refleja lo Divino más claramente que un templo de piedra. La tirtha interior, sin embargo, es ciertamente la esencia del peregrinaje. Quien realiza tal peregrinaje ha cruzado una barrera interior, y son sólo nuestras propias barreras las que nos impiden descubrir el punto sagrado dentro del yo.
Estas tres formas de tirtha no se excluyen mutuamente. Uno puede visitar un lugar sagrado y encontrarse allí con una persona sagrada, y también es posible que al visitar a una persona o un lugar uno logre una travesía interior. Ése es ciertamente el significado de la Meditación de la Naturaleza de Hazrat Inayat Khan, que dice: «Mi santa peregrinación / es la sagrada morada del sabio».
El viaje a un lugar de peregrinación fijo o móvil tiene poco valor si no se produce un cambio duradero en nuestro interior; ése es siempre el objetivo último. Es la búsqueda interior la que ha dado origen a la forma exterior. La palabra «tirtha» o «vado» es una ilustración tomada del mundo exterior, pero «el lugar de encuentro de los tres ríos» (como se describe en un poema de Kabir Das) nunca se encuentra recorriendo un largo y polvoriento camino; para hacer la verdadera travesía, ni siquiera tenemos que salir de nuestra habitación.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui