¿Debería ser fácil encontrar la paz?
Un querido amigo reenvió un video sobre el tema de la paz: tomas panorámicas aéreas, música edificante, caras sonrientes. “Podría ser tan sencillo”, parece decir, “solo abraza a tu vecino y canten juntos bajo la luz del sol y celebren la unidad de la familia humana”.
Entonces, ¿por qué no hemos hecho esto? ¿Por qué el cuerpo de la humanidad tiene que soportar año tras año de interminable miseria, derramamiento de sangre, hambre, dolor y aflicción?
Sin duda, todos anhelan la paz de una u otra forma, pero lo que entienda cada uno como paz corresponderá a la profundidad de su percepción de la vida. Para una persona, “paz” podría significar la libertad de tocar su música tan fuerte como lo desee sin que nadie se queje; para otra, “paz” podría significar olvidar al yo en la sublimidad omnipresente de Dios. ¡Decir a la persona del primer ejemplo que debe cambiar su idea de paz ( ¡y que corresponda con la mía!) no traerá un resultado pacífico! Con el tiempo, puede llegar a verlo desde el segundo punto de vista, pero esa es una cuestión de su evolución, y la evolución llega en su propio tiempo.
Además, los individuos mismos no siempre actúan conforme a su propia idea de paz. Cuán frecuentemente oímos la pregunta, de una forma u otra: “Quiero hacer mis prácticas espirituales, pero las descuido, ¿hay alguna práctica que me lleve a hacer mis prácticas?”
Y si nosotros mismos no estamos siempre en un estado pacífico, ¿cómo será en nuestras familias? Recientemente, una madre, reflexionando sobre las inevitables batallas involucradas en criar a su hija, dijo: “La quiero mucho, muchísimo, ¡debería ser fácil!” Y probablemente todo padre en el mundo al escuchar esto podría levantar sus ojos al cielo y decir ‘¡Amén!’. En este ejemplo, el amor proporciona la paciencia para encontrar el camino a la armonía, tal vez algún día más, algún día menos, pero ¿cómo será con mi vecino matón que deja que sus cabras pasten en mi jardín y que reclama derechos sobre un arboleda de olivos que sé que pertenecía a mi tatarabuelo? No siento el mismo amor por él que aquel que siento por mi propia carne y sangre, entonces ¿cómo encontraremos el camino a la armonía?
Sin duda, el video tiene un propósito. Si alimenta la llama de la esperanza, eso es útil, porque sin esperanza la vida pierde sentido. Pero hacer realidad esa visión requiere mucho trabajo duro que no aparece en el video-clip. Uno de los primeros refranes en el Gayan, que tal vez llegó en tiempos de la Primera Guerra Mundial, fue oportuno hace cien años y todavía es válido hoy en día:
Oh conciliador, antes de tratar de hacer la paz en el mundo,
haz primero la paz dentro de ti!
Traducido por Juan Amin Betancur
Pensando en la confrontadora frase que concluye pidiéndonos hacer la paz dentro de nosotros, recuerdo que los evangelios dicen que sobre los cielos de Belén, los ángeles cantaban ‘Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad’. Cuando hago la paz dentro de mí, mi voluntad cambia: toda malquerencia, animosidad y odio desaparecen, y el corazón se abre para amar, sin importar las injurias recibidas ni los daños causados. Así se desmaleza el suelo para que crezca la semilla de la buena voluntad para con los demás. Y por esta razón, como lo dice esta publicación que nos invita a poner nuestros pies en la tierra, la paz no es precisamente fácil, porque tenemos que lidiar con el peor enemigo nuestro que es nuestro propio yo, que lo último que querrá será olvidarse de sí mismo, vaciarse, para ser capaz de recibir. La frase es muy sencilla, pero el trabajo para aplicar la enseñanza ha de hacerse en cada encuentro difícil que tengamos con el otro, y aplicando con sabiduría lo que nos enseña el Murshid en otra publicación cuando termina diciendo, ‘El ser humano debe ser fino y a la vez fuerte, debe ser amoroso y a la vez poderoso’.