Rendición
Piensa en esto: tus pies te transportan a donde quieres ir. Lidian con colinas y escaleras y valles, con rocas, arena de las playas y césped. Están cerca de la tierra sólida. No tienen la agilidad de tus manos; no lograrán amarrarse los cordones de sus propios zapatos. Ese no es su propósito.
En cuanto a discernir el camino a seguir entre la maleza u observar los colores cambiantes del cielo presagiando lluvia, necesitas un instrumento más fino para eso: tus ojos. La Vida se sintonizó a sí misma con la luz y todo su brillo y delicadeza y creó algo mucho más perceptivo que tus pies. El horizonte del ojo es mucho más vasto que el dominio del pie.
Pero si quieres conocer al Uno infinito, sin horizontes, la perfección del amor, armonía y belleza, no esperes que tu pie, o tu mano o tus ojos estén a la altura de esa tarea. Ve a la parte más fina y sensitiva de tu ser: tu corazón. No pierdas tiempo tratando de formular a la Divinidad con tus pensamientos confusos o esforzándote por extrapolar a Dios partiendo de tus sentidos no confiables. Ve al corazón.
Pero no supongas que sólo por haber nacido en la tierra calificas para esta búsqueda. Para encontrar el infinito en tu corazón, primero deja ir lo finito almacenado en él: toda una vida de etiquetar todo lo que allí llega como “mi” o “mío”. Ríndete; deja salir todo. Entonces sabrás lo que Dios quiere decir en es esta Alapa: Da todo lo que tienes y recibe todo lo que se te da.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel.