Cuentos: No asustar a las mulas
Sucedió una vez que el Mullah Nasrudín pasaba por un cementerio donde vio una tumba recién abierta.
“Tal vez”, pensó, “si me acuesto allí abajo, los ángeles bajarán y me examinarán. Como justo ahora me siento más bien sereno, ¡se me concederá de inmediato el ingreso al cielo!”.
Así pues, se tendió en el fondo de la tumba y esperó a la aparición de los ángeles. De repente, sin embargo, lo sobresaltó un tremendo estrépito y golpeteo. “¡El fin del mundo!”, pensó. “Entonces ya tiene que ser el momento para levantarme de mi tumba”.
Brincando de la tierra, descubrió que una fila de mulas cargadas con ollas y sartenes pasaba corriendo por el cementerio. La repentina aparición del Mullah emergiendo de la tierra asustó a los animales, que comenzaron a encabritarse, patear, y correr. Muchos de los sartenes y ollas que llevaban se dañaron o quedaron destruidos por completo.
El conductor de las mulas culpó a Nasrudín por el desastre y lo golpeó tan severamente que este cayó de dentro de la tumba, de espaldas de nuevo, inconsciente.
Al recuperar la consciencia, regresó tambaleándose a casa, magullado y con la ropa hecha trapos. Sus amigos se le acercaron y le preguntaron “Mullah, ¿dónde has estado? ¿Qué te ha ocurrido?”.
“Vengo del otro mundo”, respondió Nasrudín.
“¿En serio? ¿Y cómo es el otro mundo?”.
“Está bien”, dijo, “siempre y cuando no asustes a las mulas que llevan ollas y sartenes”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez