Cuentos: Fiel a la Tradición
Érase una vez un monje de cierta orden espiritual que, después de estudiar durante muchos años en varios monasterios, adoptó una vida errante, simplemente yendo a donde le llevara el camino. Así sucedió que llegó a un pequeño monasterio en un rincón apartado de la tierra, y los monjes allí, felices de recibir a un visitante, lo recibieron hospitalariamente.
Durante unos días el monje compartió la rutina del monasterio, meditando a la hora de la meditación, trabajando en el jardín a la hora del trabajo, y escuchando atentamente a la hora de recitar las sagradas escrituras. Todo transcurría como en todos los demás monasterios que el monje había conocido, pero una cosa lo desconcertaba. Cuando se recitaban las Escrituras, le resultaba casi imposible seguirlas, aunque sabía cada palabra de memoria.
El monje trató de sentarse más cerca del que estaba recitando, pero no hizo ninguna diferencia. Algunas palabras fueron claras, pero el resto fue solo un murmullo confuso.
Finalmente, se acercó cortésmente al monje que recitaba los versos sagrados y le dijo: “Hermano, perdóname por decirlo, pero me pregunto si has recibido una transmisión verdadera de las escrituras. Escucho algunas palabras, pero falta mucho”.
El otro monje sonrió benignamente y dijo: “Si hubieras conocido a mi maestro, no harías esa pregunta. Era un ser profundamente iluminado, fiel a nuestra tradición y escrupuloso en transmitirme todos sus conocimientos”.
“Suena muy santo”, dijo el visitante.
“Era un devoto profundo”, dijo el monje. “Y hasta donde yo sé, solo tenía un defecto: era bastante sordo”.
Traducción: Yaqín Anda