Cuentos: a mitad de camino
Sucedió alguna vez que un hombre de negocios acudió al mulá Nasrudín y para pedirle un favor. El negociante quería comprar una propiedad de otro hombre de quien sabía que era amigo Nasrudín. “Mulá”, dijo el hombre, “yo sé que él te la venderá a muy buen precio. Te daré el dinero. Por favor ve y la compras por mí, ¡y te juro, por lo más sagrado, que te colmaré de regalos!”.
Nasrudín aceptó el encargo, pero el negociante tenía reputación de tacaño y el mulá dudaba de su promesa de colmarlo de regalos. Sin embargo, Nasrudín fue donde su amigo, le hizo una oferta por el terreno y, como lo había predicho el negociante, el amigo estaba feliz de vendérselo al mulá a muy bajo precio.
Cuando llegaron las noticias de que el terreno había sido vendido, el negociante llegó de inmediato a la puerta de Nasrudín, sonriendo ampliamente –pero, como lo notó Nasrudín, con las manos vacías. “¿No dije que tu amigo vendería el terreno a un buen precio?”, dijo el negociante. “Gracias a ti, mulá, mis planes se han cumplido. ¡Estoy donde quería!”.
Nasrudín se acarició la barba y dijo: “amigo, tú estás solo a mitad de camino. Tu dinero ha llegado a mi amigo y él ha entregado el terreno. Pero las escrituras están en mi bolsillo, y mi nombre figura en ellas”.
Traducción por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez