Cuentos: Layla y Majnun. Parte IV
Continuamos con la historia que contaba Hazrat Inayat Khan sobre los dos amantes y que comenzamos aquí. En la segunda parte, vimos que la esperanza de la pareja de unirse en matrimonio fue arruinada por la extrema devoción de Majnun, aun por el perro de Layla. En la tercera parte, Majnun va al pueblo donde vive Layla y se refugia en una mezquita en ruinas. Por la guía Divina él involuntariamente encuentra la cura para el agotamiento por cruzar el desierto hasta su casa: beber agua de un tanque de donde una culebra había bebido y colgarse boca abajo para descansar.
La mañana siguiente Layla no tomó su comida y la envió secretamente con una doncella que era de su confianza, con un mensaje para Majnun diciéndole que anhelaba verle tanto como él a ella, siendo la diferencia sólo unas cadenas; tan pronto como ella tuviera la oportunidad, dijo, iría de inmediato.
La doncella fue a la mezquita en ruinas y vio dos personas sentadas allí, uno parecía absorto, sin darse cuenta de su entorno, y el otro, un hombre gordo y robusto. Ella pensó que Layla no podría amar a una persona como este soñador al que ella misma no hubiese amado.
Pero para estar segura, preguntó cuál de ellos se llamaba Majnun. La mente de Majnun estaba profundamente sumergida en sus pensamientos y muy lejos de sus palabras. Pero el otro hombre, que no tenía trabajo, estaba muy contento mirando la canasta con la cena y dijo, “¿A quién estas buscando?”
Ella dijo: “Se me pidió que entregara esto a Majnun. ¿Tú eres Majnun?”
Él, de buena gana, estiró sus manos para tomar la canasta y dijo, “Soy aquél para quien lo trajiste”. Le dijo una o dos palabras en broma y ella estuvo encantada.
Cuando regresó la doncella, Layla le pregunto, “¿Le entregaste?”
Ella dijo, “Sí, lo hice”.
Layla entonces envió todos los días a Majnun la mayor parte de su comida, que era recibida día tras día por este hombre, que estaba muy contento de tenerla mientras no tenía trabajo.
Un día Layla le preguntó a su doncella, “Tu nunca me cuentas lo que él dice y como se sienta”.
Ella dijo, “Él dice que está muy agradecido y que lo aprecia mucho. Es un hombre de charla agradable. No debes preocuparte ni por un momento. Se está engordando día tras día”.
Layla dijo, “Pero mi Majnun nunca ha sido gordo ni ha tenido jamás la tendencia a serlo, y él está demasiado metido en sus pensamientos para decir cosas agradables a cualquiera. Está demasiado triste para hablar”.
Layla enseguida sospechó que la cena podría estar siendo entregada a la persona equivocada. Dijo: “¿Hay alguien más ahí?”
La doncella dijo, “Si, también hay otra persona sentada allí, pero parece estar fuera de sí. Nunca se da cuenta quien viene o quien va, ni escucha una palabra dicha por cualquiera que pase por ahí. No puede ser el hombre que amas”.
Layla dijo, “Pienso que él debe ser el hombre. Por desgracia, ¡todo este tiempo has estado dando la comida a la persona equivocada! Bueno, para estar seguras, hoy llevas un cuchillo sobre el plato en lugar de comida y le dices al que le dabas la comida, “Se necesitan unas pocas gotas de tu sangre para Layla, para curarla de una enfermedad”.
Más tarde, cuando la doncella fue a la mezquita, el hombre, como de costumbre, fue con entusiasmo a coger su comida y al ver el cuchillo se sorprendió.
La criada le dijo que se necesitaban unas pocas gotas de su sangre para curar a Layla. Él dijo: “No, ciertamente no soy Majnun. Allá está él. Pídele que lo haga”.
Ella torpemente se acercó y le dijo en voz alta, “Layla quiere unas pocas gotas de tu sangre para curarse”.
Majnun prontamente tomó el cuchillo en su mano y dijo, “Qué afortunado soy de que mi sangre pueda ser de alguna ayuda para mi Layla. Esto no es nada. Incluso si mi vida debiera sacrificarse para su curación, me consideraría muy afortunado de entregarla”.
Lo que quiera que el amante haga por el amado, nunca será demasiado. Él se cortó el brazo en varias partes, pero la inanición de meses le había dejado sin sangre, nada más que hueso y pellejo. Luego de cortarse en muchos lugares, apenas salió una gota de sangre. Majnun dijo, “Eso es lo que queda. Puedes tomarla”.
El amor implica dolor, pero sólo el amante está por encima de cualquier dolor.
Continuará…