Cuentos : No se requiere respuesta
Érase una vez un hombre que consiguió trabajo como cartero rural. No era un trabajo complicado -su deber era caminar por el campo, visitando todas las pequeñas cabañas y granjas, recogiendo y entregando el correo-, pero se tomaba su responsabilidad muy en serio.
Los habitantes de la zona eran gente sencilla que rara vez necesitaba sus servicios, pero pronto descubrió que había una anciana que vivía sola en una cabaña apartada y que siempre tenía una carta para que se la llevara. La primera vez que lo detuvo mientras caminaba por la carretera, le tendió un sobre en el que estaba simplemente escrito “Dios”.
Desconcertado, el hombre cogió el sobre y dijo: “Pero madre, no hay dirección”.
La anciana pensó un momento y luego con un lápiz, escribió en el sobre: “Cielo”.
Inseguro, el cartero metió el sobre en su bolsa, pensando que, puesto que no era una dirección de su distrito, tal vez la oficina de correos de la ciudad sabría cómo entregarlo.
La siguiente vez que pasó por delante de su cabaña, la anciana tenía otra carta, también para Dios, y así sucesivamente, semana tras semana.
Con el paso de los meses, el cartero empezó a sentirse un poco culpable por llevar las cartas de la anciana, ya que no podía estar seguro de que fueran entregadas. Esto perturbaba su sentido del deber. Cada vez que regresaba a su pueblo, ponía el sobre en el saco destinado a la ciudad, pero no tenía ni idea de adónde iban a parar las cartas.
Con esto en mente, un día que llegó a su cabaña y ella apareció con su carta de siempre, le dijo amablemente: “Madre, estas cartas que siempre envías a Dios…”.
“¿Sí?”, respondió ella alegremente.
“Bueno”, dijo el cartero con tacto, “parece que nunca contesta”.
La anciana sonrió ampliamente. “Bendito seas, hijo, Él no necesita contestar. ¡Me alegra saber que lee mi correo !”.
Traducido al español por Arifa Margarita Jáuregui