Cuentos: Servir al Gita
Hace mucho tiempo existió un discípulo en la India cuyo gurú le dio la instrucción de pasar su tiempo leyendo la sagrada escritura, el Bhagavad-Gita. “¡Conviértete en el servidor del Gita!” le aconsejó. Entonces el discípulo encontró un lugar tranquilo en la selva donde logró improvisar un pequeño resguardo, y se consagró cada día a leer las sagradas palabras.
En poco tiempo, sin embargo, descubrió que había ratones viviendo allí, y si no ponía atención, irreligiosamente se comerían las páginas del Gita. Trató de ahuyentarlos, pero siempre regresaban, especialmente mientras él dormía.
“Esos ratones son infieles de la peor clase,” pensó. “No puedo permitir que el libro sagrado sea estropeado de esa manera. Descuidarlo seguramente invalidaría cualquier merito espiritual que pudiera resultar de leer el Gita. Más que eso, imaginen que se comieran palabras sagradas – ¡eso cambiaría el significado de la Escritura!”
Por lo tanto, partió para la aldea más cercana, a medio día de camino y regresó con un gato joven. Esto tuvo justo el efecto que estaba esperando – cesaron los ataques nocturnos al libro sagrado y los ratones desaparecieron. Descubrió, sin embargo, que el gato hambriento demandaba persistentemente comida, especialmente cuando él estaba tratando de concentrarse en las escrituras.
“Deberías beber leche,” le dijo al gato, “pero la aldea está a medio día de camino de aquí. Ir allí por leche y regresar toma todo un día, y no quedará tiempo para leer. Por lo tanto, debo conseguir una vaca.”
Pronto tuvo una vaca, y el gato se contentó con la leche y dejó al hombre en paz. El hombre encontró, sin embargo, que llevar la vaca a pastar, y traerla de nuevo y ordeñarla y cuidarla de varias maneras tomaba mucho tiempo. “Entonces debo tener un sirviente que cuide la vaca,” dijo.
El discípulo encontró un sirviente, y fue un gran alivio no tener que cuidar la vaca todo el día – pero rápidamente se dio cuenta que el sirviente era perezoso y negligente, y era necesario vigilarlo para asegurarse de que realizara sus deberes. “Si tuviera una esposa,” pensó el hombre, “ella podría asegurarse de que el sirviente realice su trabajo y yo podría leer el Gita”.
Entonces el discípulo encontró una esposa y se estableció con ella. Como lo esperaba, ella mantuvo al sirviente saltando de una tarea a la otra, así que el discípulo se liberó de ese cuidado, pero la esposa, como es normal, quería una cosa y la otra. Más que eso, pronto empezaron a aparecer los hijos, de manera que el hombre estuvo aún más ocupado que antes.
Pasaron algunos años, y ocurrió que el gurú, viajando por la región, vino a visitar al discípulo. Luego de observar el modo de vida del discípulo, dijo, “Te dije que leyeras el Gita: Ahora veo esposa, hijos, vaca, sirviente, gato – ¿Qué pasó con el Gita?”
“Guru-ji,” dijo el hombre, “es algo así…” Y contó toda la historia. “Así, usted ve,” concluyó, “todo lo que usted ve aquí – esposa, hijos, vaca, todo – es simplemente mi servicio al Gita.”
“Así lo dices tú,” dijo el gurú. “Pero yo digo que no es servicio al Gita. Parece como un servicio a los ratones.”
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel