Cuentos: compartiendo la carga
Sucedió una vez que el Mulá Nasrudín decidió salir a visitar un amigo que vivía en la ciudad. No había visto a su amigo por mucho tiempo, así que naturalmente quería llevar consigo algunos regalos. El Mulá miró aquí y allá, en busca de ideas pero, como era normal, su casa tenía muy poco. En el jardín, sin embargo, había algunos vegetales, así que llenó algunos costales de cebolla, cohombros, repollos y calabazas, y luego los cargó sobre su burro, subió él mismo e instó al animal a salir y bajar por la vereda.
El Mulá no había montado mucho cuando se encontró con una anciana caminando en dirección contraria. Cuando esta vio a Nasrudín a horcajadas sobre el burro, y además con todos los sacos, meneó su dedo hacia él y dijo: “¿no tiene usted compasión por ese pobre animal, Mulá? ¡Mire cuánto peso carga!”.
Después de pasar la mujer, Nasrudín se detuvo un momento y desmontó del asno. “La vieja tiene razón”, pensó, “así como lo conozco mejor que nadie, este burro tiene un difícil carácter, pero mostrar compasión a un pecador reincidente es una doble virtud. Intentaré tratarlo mejor”.
Así que Nasrudín comenzó a bajar del asno todos los sacos de vegetales, uno por uno, y amarrarlos a su propio cuerpo. Se puso unos al frente, y algunos en la espalda. Al terminar, parecía más un camello que un Mulá.
“Listo”, dijo Nasrudín a su burro, “¿ya lo ves? Cargaré los vegetales. Pero tienes que poner tu parte en el trabajo. Tú me cargas a mí”. Y dicho esto, montó de vuelta sobre el burro y partió a la ciudad.
Traducido por Vadan, Juan Camilo Betancur Gómez