Cuentos: la técnica no es suficiente

Sucedió una vez que cierto maestro que vivía en una cabaña en algún lugar lejano en las montañas, había adquirido reputación como arquero de habilidad suprema. Sin duda, también tenía otras cualidades, pero como de los logros espirituales es más difícil hablar, lo que se conocía era simplemente la habilidad del maestro para darle a cualquier cosa a la que apuntara.

Entonces, un día, un joven, que había practicado durante muchos meses lanzando flechas sobre todos los blancos imaginables, apareció frente a la cabaña del maestro. El joven estaba orgulloso de la habilidad que había desarrollado, y esperaba al menos ganar el reconocimiento por ella, si no para vencer al maestro en una competencia.

Cuando el maestro salió de su cabaña, el joven, sin decir nada, giró y disparó una flecha hacia un árbol distante, donde golpeó en medio de un nudo en el tronco. Luego disparó de nuevo, y su segunda flecha partió la primera.

El maestro estudió al joven por un minuto, y luego entró a su cabaña. Reapareció con su propio arco y carcaj y, con un gesto sin palabras, le hizo señas al joven para que lo siguiera por un empinado sendero hacia el bosque.

Subieron durante un largo tiempo, hasta que llegaron al borde de un profundo abismo, en el fondo del cual tronaba un torrente rugiente que sacudía las rocas a su alrededor. Un único tronco retorcido se extendía por el espacio. Sin vacilar, el maestro subió al tronco, se dirigió al centro del abismo y, con un solo movimiento, lanzó una flecha a un árbol del otro lado. Su flecha también se clavó en un nudo en el tronco.

Volviendo a tierra firme, le hizo un gesto al joven y dijo: “Ahora pártela”.

El joven subió al tronco, pero estaba resbaladizo por el musgo húmedo, y se estremeció y se movió bajo su peso. Mirando hacia abajo, vio muy por debajo de él rocas afiladas y agua espumosa. Vacilante, se abrió camino hacia el centro y, lleno de aprensión, logró disparar una flecha hacia el árbol distante, pero perdió completamente su marca.

Cuando recuperó la seguridad en tierra sólida, el joven se paró frente al maestro, cabizbajo por la vergüenza.

“Tienes técnica”, dijo el maestro. “Has practicado mucho y has vencido a la incompetencia. Eso es bueno. Pero si deseas ir más allá, debes vencer la técnica. La técnica no es suficiente. El espíritu no es dominado por lo correcto de la técnica”.

Traducido por Juan Amin Betancur