Cuento: el sueño de Janaka
Hace mucho, mucho tiempo, en la ciudad de Benarés, en India, hubo rey llamado Janaka, quien durante un caluroso día tuvo una experiencia bastante perturbadora. Acostado en su cama para descansar un poco en la tarde, rodeado de cortinas de seda y pétalos de flores, mientras sus sirvientes lo abanicaban suavemente, cayó en una siesta en la que tuvo un sueño.
En su sueño, Janaka vio su reino invadido por un enemigo, su palacio ocupado, él mismo capturado, amarrado y enviado a ser cruelmente torturado.
Justo cuando el sueño de su tortura estaba por comenzar, se despertó. Mirando a su alrededor, vio que todo estaba como antes: sus sirvientes estaban ahí, su aposento era el mismo y él seguía siendo el rey de su reino.
Ya calmado, Janaka se relajó y pronto volvió a dormirse –pero exactamente el mismo sueño aterrador apareció ante él, era derrocado, capturado y enviado a enfrentar la tortura.
Esta vez, al despertar, ordenó que los filósofos, sabios y consejeros de todo tipo fueran convocados, pues deseaba consultarlos.
Al congregarse en palacio todas las personas reconocidas por su ciencia y sabiduría, Janaka les contó su experiencia y dijo, “Ahora ustedes, que dicen ser sabios, díganme: ¿ese sueño es la realidad? ¿O es esto, que veo ahora ante mí, la realidad?”.
Por un largo rato los distintos consejeros debatieron entre ellos. Algunos eran de la opinión de que ese sueño representaba la realidad, mientras otros lo negaban y decían que nuestra condición de vigilia es la real. Pero por más que discutían menos podían llegar a un acuerdo, y Janaka quedó sin una respuesta.
Sin embargo, no pudo olvidar este misterio, y por años continuó su búsqueda, hasta que un día un hombre pobre y andrajoso llegó a palacio y solicitó hablar con el rey. Este hombre era llamado Ashtravakra, que significa “torcido y deforme” – pues así había nacido. Al ver su condición, el rey estaba escéptico. “¿Qué puede un pobre y harapiento hombre como tú conocer algo de la sabiduría?”, le preguntó.
“Al nacer tan torcido” –respondió Ashtravakra– “todas las puertas en la vida se han cerrado para mí, todas menos la puerta del conocimiento interior”.
Entonces el rey aceptó hablar con él, le contó su experiencia y le planteó la misma cuestión: ¿qué es la realidad? ¿Esto o el sueño?
“Oh, rey” –dijo Ashtravakra– “ni este mundo de los sentidos es real, ni el mundo de tu sueño. Cuando sueñas, este mundo de los sentidos desaparece. Cuando despiertas, el mundo de los sueños se desvanece. Entonces, ninguno puede ser la realidad”.
“Pero” –dijo el rey– “si ni la vigilia es real, ni el sueño, ¿qué es la realidad?”.
“Hay un estado más allá de ambos” –dijo Ashtravakra. “Aquel es la realidad. Conoce ese estado, oh rey, y ya no necesitarás consultar con filósofos”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez