Cuentos: El Señor nunca estuvo ausente
Una vez, un cierto estudiante se presentó ante su gurú y dijo, “Guruji, por favor, otórgame tu guía. Sirvo al Señor tanto como puedo, pero las dificultades de cuidar a mi familia me distraen. Tenemos muy pocos recursos y a menudo hay hambre y enfermedad”.
El gurú replicó, “Ve y pídele a este hombre un préstamos de tanto”. Y mencionó a un comerciante que era su devoto. “Con el dinero que te dé, ve al bazar y compra ropa. Lleva la ropa al campo, a los pueblos pequeños, y véndela”.
El estudiante hizo lo que su gurú sugirió. Con el dinero compró ropa, y cargando un gran bulto en su espalda, comenzó a caminar hacia el campo. La carga era pesada y el sol calcinaba, pero él perseveró. A la larga llegó a un pequeño caserío y pensó, “Quizás aquí pueda vender esta ropa”.
Para su consternación, descubrió que la villa recientemente había sido atacada por ladrones, que habían tomado no solo todos los valores que la gente tenía hasta la última moneda de cobre, sino incluso sus ropas, de modo que cuando se acercó, se escondieron, desnudos, en sus chozas.
Lleno de compasión por sus dificultades, el hombre les dio su bulto de ropa, y regresó al ashram de su gurú.
Cuando el discípulo le contó a su gurú lo que había sucedido, alguien de la asamblea preguntó, “Guruji, ¿por qué el Señor no acompañó a este hombre? Tu estudiante sólo estaba tratando de alimentar a su familia, y ahora no tiene nada y además una deuda”.
“¿Dónde estaba el Señor?”, dijo el gurú. “El Señor nunca estuvo ausente. El Señor prestó el dinero, cargó el bulto, les robó a las personas de la villa, y el Señor, en Su compasión, nuevamente les dio algo para cubrirse. ¿No lo sabes? Todo es Su danza”.
Traducido por Inam Anda