Cuentos: La naturaleza de la luna
Sucedió una noche, en las orillas de un estanque, que una rana y un ratón se pusieron a conversar. ¡No hay necesidad de sorprenderse! Un estanque puede ser un lugar muy cosmopolita, donde criaturas de todo tipo pueden conocerse y socializar, especialmente cuando hay luna llena, como era en esta noche en particular.
La rana y el ratón parecían disfrutar mucho de la compañía del otro, e iban en camino de volverse buenos amigos, cuando, para sorpresa de ambos, tropezaron con un asunto difícil, una diferencia de creencia que no podían superar.
La rana le dijo al ratón que la luna era conocida en la nación de las ranas como el ojo de una polilla gigante, a lo que el ratón respondió que las ranas estaban equivocadas, y que todo ratón sabe muy bien que la luna era un queso celestial redondo de calidad particularmente excelente.
“¡Qué disparate!”, dijo la rana, “¿Has probado este queso celestial, como la llamas?”
“No he tenido el honor”, admitió el ratón, “pero, por muchas generaciones, los ratones han transmitido este conocimiento, y la sabiduría de mis venerables bisabuelos nunca puede ser cuestionada. ¿Qué evidencia tienes en relación con tu extraña creencia de una polilla gigante?”
“Toda rana sabe”, replicó ella, “que, en la noche de luna llena, las polillas son abundantes y sabrosas – porque son la descendencia de la única polilla gigante en el cielo”.
“Qué concepto tan ridículo”, dijo el ratón, y sin más palabras los dos se dieron la espalda y se fueron por caminos distintos.
Mientras tanto, posados en una rama alta, dos pájaros habían estado escuchando esta conversación. “Ves”, dijo el uno, “¿cuán primitivas son estas criaturas sin alas?”
“¡Muy cierto!” dijo el otro. “¡Toda cría sabe muy bien que lo que llamamos la luna, no es otra cosa que el huevo del gran Fénix!”
Y las dos aves guardaron un momento de piadoso silencio.
Traducido por Inam Anda