Cuentos : El poder de una pequeña luz
Sucedió una vez que Nasrudín y sus amigos se centraron en una discusión sobre la fuerza de voluntad. Una discusión que llevó, no preguntes cómo, a que el Mulá declarara que tenía una fuerza de voluntad tan fuerte que podía sentarse afuera toda la noche sin un abrigo ni un fuego que lo mantuviera caliente. Como era invierno, sus amigos dudaban mucho de esto, así que rápidamente se convirtió en una apuesta: si Nasrudín tenía éxito en su jactancia, lo celebrarían con una buena cena, pero si fallaba, él tendría que proveer la cena para ellos.
Esa noche, Nasrudín y sus amigos fueron a la plaza del pueblo, y allí lo dejaron, sin abrigo y sin la posibilidad de calentarse.
Hacía mucho frío, y pronto Nasrudín estaba temblando. Le castañeteaban los dientes, se abrazaba a sí mismo para entrar en calor, y el tiempo se alargaba. A decir verdad, su voluntad empezó a flaquear, pero entonces, cuando estaba a punto de rendirse y correr a casa, divisó una vela en una ventana. Fijando su mirada en ella, trató de imaginar que estaba sentado junto a la vela y que ésta lo mantenía caliente.
Horas más tarde, los amigos regresaron y encontraron a Nasrudín, más muerto que vivo, pero todavía en la plaza, sin abrigo ni fuego.
“¡Mulá, esto es increíble!”, dijeron. “¿Cómo lo hiciste?” Pero cuando se enteraron de que había estado mirando una vela, dijeron: “¡Ah, no, entonces tuviste la ayuda del fuego!” e insistieron en que había fallado la prueba y les debía una buena cena.
Así pues, la noche señalada, los amigos llegaron a la casa de Nasrudín con buen apetito, dispuestos a un festín. El Mulá les dio la bienvenida y les dijo que la cena se estaba cocinando pero que aún no estaba lista. Tendrían que esperar.
Los amigos se sentaron y charlaron, pero a medida que la velada se alargaba, tenían cada vez más hambre. Por fin, dijeron: “Mulá, ¿por qué tarda tanto? ¿Aún no se ha cocinado la comida?”.
Nasrudín respondió: “Quizás. Vamos a la cocina a ver”.
Al entrar en la cocina, los invitados se asombraron al descubrir una gran olla, colocada no sobre el fuego habitual, sino sobre una vela muy pequeña.
“No puedo entenderlo”, dijo el Mulá. “Esta vela está mucho más cerca de la olla que la que yo estaba mirando: ¿no debería la comida estar ya cocinada?”.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui