Cuentos: el ladrón de plegarias
Una vez un hombre con pasos lentos y encorvado por la edad llegó al templo de su aldea y saludó al gurú que vivía allí.
“Guru-ji”, dijo el hombre, “ahora soy viejo, y pronto tendré que abandonar este mundo. Siempre he dicho nuestras plegarias de acuerdo con nuestra costumbre. ¿Iré yo al cielo?”.
Dijo el gurú: “preguntaré”.
El gurú entró en silencio y cuando abrió los ojos de nuevo, dijo: “el cielo nunca ha recibido una oración tuya”.
“¿Cómo?”. El hombre estaba atónito. “Guru-ji, ¿cómo puede ser? Yo rezo todos los días. Esta mañana, nuevamente, dije las plegarias requeridas”.
“Puede ser”, dijo el gurú, “pero no llegaron. Alguien debe haberlas robado”.
Profundamente desconcertado, el hombre dijo: “entonces, Guru-ji, rezaré ahora bajo tu protección. Por favor asegúrate de que nadie robe mis plegarias esta vez”.
“Muy bien, reza”, dijo el gurú.
El hombre dijo sus plegarias de la manera usual y el gurú cerró sus ojos. Cuando los abrió, el hombre dijo, expectante: “¿seguramente habrán llegado ahora?”.
“No, fueron robadas nuevamente”, dijo el gurú.
“¿Pero CÓMO?” reclamó el hombre. “Guru-ji, ¡el único que pudo haber robado esas plegarias fuiste tú!”.
“¿Qué utilidad podrían tener para mí las plegarias de alguien más?”, dijo el gurú, moviendo su mano con indiferencia. “¿Qué utilidad podrían tener para cualquiera? Orar significa pensar en Dios, pero tú dices las plegarias y piensas en ti mismo. Entonces, las plegarias nunca llegan a destino porque son robadas, pero el ladrón codicioso de su poder no es otro que tú mismo”.
Traducción por Vadan Juan Camilo Betancur