Cuentos : El único defecto del palacio
Érase una vez un rey que construyó para si mismo un palacio extraordinariamente
magnífico. Lo colmó con incontables riquezas, erigiendo torres doradas y cúpulas
esbeltas, y adornando cada salón con las alfombras torneadas y lujosos divanes
cubiertos con brocados de seda que eran refrescantes tanto para la vista como
para el tacto.
Cuando el palacio estuvo terminado, invitó a personas de todos los países del
mundo a admirar su creación. Después de agasajar a los invitados con finos regalos
les pidió que se sentaran y le contaran qué les había parecido su palacio. “¿Se ha
pasado algo por alto?”, les preguntó. “¿Se ha olvidado algo? Díganmelo, por favor”.
Pero, tal como esperaba el rey, todos los invitados afirmaron que el palacio era
indescriptible, y que ni siquiera con el examen más minucioso podían decir que
faltara algo… todos los invitados, es decir, excepto uno, un cierto Sabio que se puso
en pie y declaró cortésmente: “Señor, habéis construido un palacio
verdaderamente espléndido, al que el mismísimo paraíso rendiría homenaje, si no
fuera por una pequeña grieta que a mi humilde vista parece una mancha.”
Estas palabras aguijonearon el orgullo del rey, que respondió: “¿Mancha? Yo no
veo ninguna mancha. ¿De qué grieta hablas? Eres un ignorante que sólo quiere
darse importancia. Este palacio es la perfección misma”.
“No es así, oh Rey, no es así”, dijo el Sabio. “Sería perfecto si no fuera por la grieta
de la que hablo. Por desgracia, es la abertura por la que Azrael, el Ángel de la
Muerte, entrará algún día. Qué lástima que seas incapaz de detener esa rendija oh
Rey, porque cuando Azrael llegue, toda esta brillante magnificencia no será para ti
más que un puñado de polvo.”
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui