Cuentos: El burro robado
Una mañana temprano, el mulá Nasrudín se levantó y encontró que la puerta del pequeño y destartalado cobertizo junto a su casa estaba abierta y su viejo y cansado burro no estaba. Había huellas desconocidas en el patio y la cuerda con la cual amarraba al burro tampoco estaba, por lo que el mulá llegó a la conclusión obvia de que el animal había sido robado.
Con la esperanza de alguna conmiseración de sus amigos, Nasrudín fue a la casa de té cercana y anunció que un ladrón sin principios, que sin duda pasaría la eternidad en las llamas, había robado su burro.
“¡Sabía que pasaría tarde o temprano!,” dijo un hombre. “¡Cuántas veces te dije que cierres con llave tu cobertizo! ¡Pero nunca escuchaste el consejo! Confiar en Dios, ese es el punto de vista de un mulá”.
“Quizás no lo ataste apropiadamente, mulá”, dijo otro, “y el burro se fue por su cuenta. No les enseñan a los mulás cómo hacer nudos, ¿verdad?”
Y un tercer hombre dijo, “¿Tu burro se fue y tú no escuchaste nada? ¿Cómo podría alguien abrir tu cobertizo y marcharse con tu burro y mientras tanto tú dormías plácidamente? Mulá, ¡también pudiste dejar que el animal vague por su cuenta en el pueblo!”
“Gracias queridos amigos”, respondió Nasrudín, “¡Ahora me dirán que el que robó el burro no es un ladrón!”
Traducido por Inam Anda