Cuentos: ¿A quién le pertenece?
Había una vez, dos vecinos que vivían en un pequeño pueblo, y con el paso del tiempo habían caído en el hábito de discutir sobre cierto pedazo de tierra. Cada uno argumentaba que la tierra le pertenecía, que la había recibido de su familia, que el otro no tenía ningún derecho sobre esta, y así sucesivamente.
Como sucede a menudo en tales casos, la disputa ardía como un fuego subterráneo durante semanas o incluso meses, y luego una chispa volvía a enfurecer a los dos hombres, y se los veía de pie en el terreno en disputa, gritando insultos y amenazando con violencia, cada uno reclamando la tierra para sí.
Pero en una ocasión, pasaba por allí una mujer vieja, y cuando escuchó el ruido se detuvo para ver qué estaba pasando.
“Son como niños pequeños”, les dijo ella. “Los adultos llevan esos asuntos ante un juez. Yo juzgaré entre ustedes”.
Como ella era una extraña imparcial y hablaba con autoridad, los dos hombres estuvieron de acuerdo. Entonces, apoyándose en su bastón, hizo que le dijeran lo que sucedía, y cada uno declaró ante ella por qué la tierra le pertenecía.
“Dices que la tierra te pertenece”, dijo, señalando a uno con un dedo largo y huesudo. “Y dices que te pertenece”, señalando al otro. “Pero ¿qué dice la tierra?” Y pasó junto a ellos cojeando y se tumbó, pegando la oreja al suelo.
Después de mucho tiempo de escuchar, se levantó y dijo: “Esta tierra dice que ella no te pertenece a ti, ni a ti, sino que ambos le pertenecen a ella. Y ella les está esperando”.
Después de eso, la mujer se fue y nunca más la volvieron a ver. Pero de alguna manera los dos vecinos ya no tenían ganas de discutir sobre el pequeño pedazo de tierra.
Y años después, cuando fallecieron primero uno y luego el otro, sucedió que los huesos de ambos fueron enterrados en esa misma tierra.
Traducción: Yaqín Anda