Cuentos: Llorando y suspirando
Hace mucho tiempo hubo un hombre que, por razones que sólo el Creador conoce, deseaba entrar al grupo de aquellos que son íntimos del Amado. Por tanto, estudió discretamente su comportamiento y aprendió que esta extraña sociedad de almas tenía ciertos rasgos en común: tenían caras largas, prestaban poca atención a su vestimenta o a su entorno, y con frecuencia lloraban y suspiraban.
Este hombre empezó a cultivar estas cualidades: se volvió muy solemne, sin permitirse nunca sonreír; descuidó su vestimenta y dejaba su habitación sin barrer; suspiraba continuamente y se hizo experto en llorar. Los que le conocían llegaron a la conclusión de que debía de haber recibido alguna visita divina para producir tal cambio, y empezaron a ofrecerle reverencia.
Cuando los respetuosos saludos de sus amigos convencieron a este hombre de que estaba preparado, se dirigió al lugar donde tradicionalmente se reunía la Sociedad de Amigos, y se sentó en un rincón. Casi de inmediato, sin embargo, los miembros del grupo lo agarraron y lo echaron fuera.
“¡Vete!”, le dijeron, “éste no es lugar para ti. Un amante llora y suspira, pero llorar y suspirar no lo convierten a uno en amante. Cuando llores y suspires por el tiempo que has perdido cuando podías haber estado sentado a los pies del Amigo, entonces, si el Uno lo permite, podrás venir a nosotros de nuevo.”
Traducido por Inam Anda