Cuentos: ¿qué ves aquí?
Hubo una vez un abad en cierto monasterio que, al sentirse en edad avanzada, consideró haber llegado al momento de buscar un sucesor, así que decidió poner a prueba a los monjes. Los invitó, uno a uno, a visitarlo en su celda. Cuando alguno entraba, veía ante él una mesa llena de oro y joyas relucientes. A cada uno, el abad lo interpelaba con la misma pregunta: “¿qué ves acá?”.
Las respuestas fueron variadas. Un monje dijo, simplemente, “oro y joyas, maestro”.
Otro dijo, “la fuente de toda discordia en el mundo. Doy gracias a mi voto de pobreza”.
Un tercer monje dijo “maestro, veo la belleza del Creador”, mientras otro respondió “yo veo polvo”.
Un monje respondió “maestro, veo la riqueza suficiente para construir un buen templo donde muchas almas puedan salvarse de la oscuridad”.
Otro, más aún, contestó “veo suficientes limosnas como para aliviar el hambre de una hambruna”.
Si bien todas estas respuestas interesaron sobremanera al abad, él no se sentía satisfecho. Al fin, invitó al conserje, un hombre laico que nunca había tomado votos, pero que había servido al monasterio durante muchos años. “¿Qué ves tú acá?”, le preguntó el abad.
El conserje lanzó un breve vistazo a la mesa, pero luego contempló más intensamente al abad. “Veo un medio para discernir la evolución de los hombres”, respondió.
“Gracias”, dijo el abad, “volveremos a conversar”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez