Hazrat Inayat Khan escribió varias obras de teatro como una forma de expresar el Mensaje Sufi, y la obra “Una” ha sido puesta en escena en retiros y Escuelas de Verano. La escena de la fiesta de disfraces a la que Una es forzada a asistir, en la que los invitados vestían como si estuvieran en una vida previa, es siempre escadalosamente agradable. Aquí Hazrat Inayat cuenta la historia de ‘Una’, con su propia explicación del significado interior de la relación entre una escultora y su escultura.
Había una artista. Ella era devota de su arte; nada más en el mundo la atraía. Tenía un estudio, y siempre que tenía un tiempo libre, su primer pensamiento era ir a su estudio y trabajar en la estatua que ella estaba haciendo.
La gente no podía entenderla, pues no todo el mundo es devoto a una cosa así. Por un tiempo una persona se interesa por el arte, otras veces de algo más – en la casa, en el teatro.
Pero a ella no le importaba. Iba todos los días a su estudio y pasaba la mayor parte del tiempo haciendo esta obra de arte, la única obra de arte que había hecho en su vida. Y mientrás más progresaba su trabajo, más comenzaba a deleitarse de él, atraída por la belleza a la que había dedicado su tiempo. Y la obra de arte comenzó a manifestarse ante sus ojos, y ella comenzó a comunicarse con esa belleza. No era más una estatua para ella, era un ser viviente.
El momento en que la estatua estaba terminada, ella no podía creer a sus ojos que había sido hecha por ella. Ella olvidó el trabajo que había puesto en la estatua y el tiempo que le había tomado, el pensamiento, el entusiasmo. El mundo no existía para ella, solamente la belleza que era producida frente a ella. No podía creer por un momento que ésta podía ser una estatua muerta. Veía allí una belleza viviente, más viva que cualquier otra cosa en el mudo, inspieradora y reveladora. Ella se sentía exaltada por la belleza de la estatua.
Y estaba tan sobrecogida por la impresión que la estatua causó en ella que se arrodillaba frente a esta perfecta visión de belleza con toda humildad, y pedía a la estatua que hable, olvidando por completo que era su propio trabajo.
Y como Dios está en todas las cosas y en todos los seres, como Dios mismo es toda la belleza que existe, y como Dios responde desde cualquier lugar si el corazón está listo para escuchar esa respuesta, y como Dios está listo para comunicarse con el alma que está despierta a su Belleza, vino una voz de la estatua: “Si tu me amas, hay una sola condición, y es que tomes este frasco de veneno de mi mano. Si tu desea que yo viva, no debes vivir más. Es esto aceptable para ti?”
“Si”, dijo, “Tu eres la belleza, tu eres el amado, tu eres aquel a quien doy todos mis pensamientos, toda mi admiración, toda mi adoración. Hasta mi vida te la daré.”
“Entonces toma este veneno”, dijo la estatua, “ya nunca más serás”.
Para ella fue un nectar para sentir, “Ahora seré libre de ser. Esa belleza será, la belleza que he adorado y admirado. Ya no necesito ser”.
Bebió el veneno y cayó muerta. La estatua la levantó y al besarla le dio su propia vida, la vida de belleza y sacritud, la vida que nunca termina y es eterna.
Esta historia es una alegoría de la adoracion a Dios.
Tr. Inam Rodrigo Anda