La llamada al Día de Visalat
En la Dargah de Hazrat Inayat Khan, los preparativos están en marcha para el Día de Visalat, el aniversario, el 5 de febrero, del día que partió de este mundo. Las tarjetas de invitación se han impreso y enviado por correo, el menú se ha establecido, tazas de té y alfombras se han pedido, hay pintura fresca y blanco en todas partes, se ha solicitado el andamiaje de bambú para la carpa, y los huéspedes están empezando a llegar de muy lejos.
Este es el 90 aniversario del fallecimiento de Hazrat Inayat y, naturalmente, los peregrinos tienen sentimientos diferentes de los de los mureeds en 1927. En el mundo sufí, la partida de un ser realizado se ve como un alegre regreso a casa; se piensa que el alma es como la novia que va al abrazo de su amado, y de allí tenemos la palabra “Urs”, que significa la “boda.” Después de todos los dolores y limitaciones de la vida en la tierra, el espíritu del ser iluminado termina su trabajo y gana su libertad. Por eso, decoramos la tumba con flores, escuchamos música inspiradora y servimos comida a quien viene, pero es más fácil disfrutar de la “boda” ahora que ha pasado algún tiempo; los que conocieron a Hazrat Inayat en su vida habrían sufrido por supuesto el choque de la separación y del dolor.
Unos pocos peregrinos hicieron un viaje incluso en el primer Visalat, en 1927. El mureed noruego Shamcher Beorse dijo adiós a su Murshid al final de la Escuela de verano en Sureness en 1926, y fué a su casa en Oslo. Entonces, inexplicablemente, en medio del invierno, sin poder explicar por qué, se encontró de nuevo abordando un ferry y haciendo el viaje al sur de Sureness. Cuando llegó, encontró que también habían venido otros pocos, respondiendo a una llamada no identificada. Desconcertados, se fueron a la cama, y por la mañana llegaron noticias de que lejos en la India, Hazrat Inayat Khan había muerto, aunque todavía no tenía 45 años. En las palabras de Shamcher: “Nos miramos y dijimos: ‘Ahora depende de nosotros'”.
Hazrat Inayat dedicó todas sus energías en Occidente a enseñar el Sufismo y a difundir el Mensaje Divino de amor, armonía y belleza en el mundo, pero no esperaba que los mureeds automáticamente quisieran ayudar con la obra del Mensaje. Dejó eso a cada uno, a su propio sentimiento interior. Pero como nos muestra la historia del primer Visalat, algunos mureeds sienten efectivamente el llamado, y para ellos hay ciertamente una bendición especial.
Traducido por Arifa Margarita Jáuregui