El proceso de la primavera
Ahora es primavera, al menos al norte de la línea ecuatorial, cuando el aumento de luz y calor alienta a la tierra a abrirse en generosa abundancia. Flores y hojas empiezan a abrirse, insectos repentinamente pasan zumbando en la luz del sol, y pájaros se lanzan al aire, ocupados construyendo nidos, tomando pausa aquí y allá para cantar alegremente. Al escucharlos, podemos pensar, “¡Sí, esa es la vida que extrañaba a través del frío y la oscuridad!”
Y con este cambio vienen los festivales de primavera, la celebración cristiana de la pascua, y la celebración de la pascua judía (pesach*). Lo que es destacable de ambas festividades es que no solamente retratan la bondad, sino que también enseñan la lección del cambio, de la transformación. En las noches de pesach hay banquetes pero también el recuerdo ceremonial de las dificultades de las cuales el pueblo judío fue liberado por la generosidad del Señor; el pan de matzoh, por ejemplo, recuerda los ladrillos que antepasados pusieron para los egipcios, las hierbas amargas rememoran a los presentes la experiencia de la esclavitud, y así. En la celebración de la pascua, la gozosa resurrección está precedida por el profundo pesar de la crucifixión.
Podemos aprender de esto que todo está en el movimiento, un movimiento que labora hacia arriba hacia algo bueno. Es verdad para las ranas que despiertan en las aguas gélidas de las charcas, y es verdad para los humanos también, la única diferencia es que nuestro despertar debe incluir la activación de la fuerza de voluntad. En esa conexión, podemos recordar las palabras de Hazrat Inayat de una publicación reciente, “Creer es un proceso. Por este proceso el Dios interior se despierta y cobra vida”.
La rana – suponemos – no reflexiona acerca de los meses que pasó dormida en el lodo frio, ni toma una decisión consciente de buscar pareja; responde a las condiciones y actúa como fue hecha para actuar. El humano, al tener el don de algún libre albedrío, debe fomentar el crecimiento de las creencias, y quizá un elemento esencial para alimentar a las pequeñas plantas es el recuerdo de la oscuridad que hemos experimentado, para que podamos decir con todo nuestro corazón, “¡Llévame en tus paternales brazos, Señor, no quiero esto nunca más!”. Entonces estamos más motivados para seguir “el sendero de tu gran Bondad”.
La primavera, por tanto, no es un momento sino un proceso, y nuestro despertar también es un proceso, un proceso natural, del cual tenemos el privilegio de formar parte.
(NdT: en Norteamérica se usa “passover” para nombrar la pascua judía, en Europa “pesach”, ambos nombres se diferencian de “easter” que se usa para la pascua cristiana, en este texto se usa pesach)
Traducción de Baasit Patricio Carrillo