El uso de la oración
Una entrega reciente aquí ofreció, del maestro sufí Ibn Arabi, un trozo de oración que pide elevación espiritual y protección. Como señala Hazrat Inayat Khan en el volumen, “La unidad de los ideales religiosos”, hay diferentes formas, – o propósitos- de orar. Podemos orar por ejemplo para agradecer todo lo que recibimos, o para pedir perdón por nuestras faltas, o para pedir por nuestras necesidades; estos propósitos se relacionan con nuestra vida externa. También podemos orar en adoración a la inmanencia y acercarnos a la unidad de Dios, propósitos que se relacionan con el mundo interior.
El buscador actual, que vive en una época en la que la religión es comúnmente vista con sospecha, podría preguntarse si es necesario orar, especialmente en lo que respecta al aspecto externo de la vida. Un comentarista que escribió hace unos trescientos años, ofreció con entusiasmo una larga lista de beneficios para aquel que recitara la plegaria de Ibn Arabi sincera y regularmente, en la que incluía evitar ser robado, naufragar, ahogarse, ser mordido por serpientes, quedar ciego, fracturarse, sufrir neuralgia y otras muchas dificultades. Si esos son en realidad los posibles beneficios de la oración, ¿por qué no rezamos constantemente? Y si no hay tales beneficios, ¿por qué deberíamos orar?
El buscador espiritual podría pensar en la oración como una forma de diálogo íntimo entre el yo externo y la Realidad interna; al entablar este diálogo, comenzamos a alejarnos de nuestros errantes sueños del mundo exterior para dirigirnos a la despierta claridad del mundo interior. Para lograr este cambio, debemos tomar conciencia de un vínculo entre lo externo y lo interno, y esto proviene de las primeras tres formas de oración; la acción de gracias, el reconocimiento de nuestras fallas y pedir ayuda. Sin embargo, debemos comprender que al pedir por nuestras necesidades, la primera ayuda viene de adentro. Una persona reflexiva reconocerá fácilmente que muy a menudo somos nosotros mismos los que somos nuestro peor enemigo: nuestros comportamientos, nuestro egoísmo y nuestra falta de sabiduría pueden causarnos muchas más dificultades que otros factores de la vida. Sin embargo, a través de la oración, podemos convertir a ese enemigo en amigo; eso no significa que vivamos para siempre en perfecta salud y sin dificultades, – no en el mundo exterior, porque ese es un lugar de cambio y limitación. Pero por medio de la oración, podemos comenzar a vislumbrar esa perfección que se encuentra dentro.
Por lo tanto, no necesitamos creer que nuestras oraciones nos salvarán de los aguijones de los escorpiones; si podemos ser rescatados del aguijón de “mí” y “mío” será suficiente bendición, no solo para nosotros, sino también para quienes nos rodean.
Traducido por Juan Amin Betancur